Tuesday, February 20, 2007

R E S E N T I M I E N T O. Esa es la palabra que más me dicen cuando me refiero al tema que trataré, y la verdad, apesar de que pede que lo parezca en muchos ambitos se que no es así. Lo que me pasa cuando entro a un mall o cuando veo los comerciales hoy en día no es más que un síntoma que al parecer tenemos unos pocos.

Alguien me puede decir que está pasando en Chlile??!!, es que no puede ser...de verdad creo que hoy en día cuesta encontrar vitrinas con cosas en castellano...y mas encima too es consumir!!! too es comprar, compra, gana puntos, mientras mas compres mas puntos y mas sumas y saca la tarjeta y mas de todo!!!¬¬ es agotador..si uno pone atención a todos los mensajes y la publicidad de verdad que termina loco...esta todo mutando!! hoy en día con tal de vender hacen de too, en las farmacias es mas facil encontrar un super ocho que un remedio, vas a hechar bencina y te vas con botellas de jugo, quieres una hamburguesa y si agregas 200 pesos puedes agrandarla, pero con 200 mas te agrandan tambien las papas y te agregan empanadas, y de ahi si pones mas te dan un juguete...la wea esd que al final casi necesitas dos bandejas, y como quedas chato te sientas y como te sientas engordas y como engordas, un mes antes del verano vas ahacer ejercicio pero igual tienes que cambiar el traje de baño y lo compras...como??? en cuotas...cuantas cuotas?? las que mas te dejen y asi pagas tres veces el traje de baño, ademas de pagar todos los meses en la cuenta seguro de que te mueres seguro contra elefantes enojones, contra meteoritos perdidos de orbita, contra guerras mundiales, contra asesinos en serie y quien sabe que otra wea...al final, cuando te habían prometio una cuota de una luka, terminas pagando como cinco por que...quien sabe por que la wea es que tienes que pagar!!!!!

En definitiva, a lo que voy es a que pongamos atencion, a que estemos alertas para que no nos dejemos tragar por el consumismo, a que no seamos extremistas pero que defendamos un poco nuestro idioma...me apesta leer SALE% o %OFF...no se...puras tiendas con n ombre gringo...ya no tomas café en la cafeteria o en el café sino en el "cofee shop"...me gustan las guaguas no los bebes!!!!...en fin..sere fanático, sere resentido,seré anti-cuico o como quieran llamarlo...la cosa es que quiero volver a leer OFERTA, y comprar sólo cuando de verdad necesito algo... no cuando la necesidad creada me lo diga....cuidemonos, aprendamos a cuidarnos y así después no se van a volver locos comprando para su hijos...

Thursday, February 08, 2007

por lo general me gusta publicar cuentos aquí. Siento que este es el espacio donde puedo subir todo lo que escribo y me gusta, es como una especie de pequeña biblioteca que tengo...sin embargo en esta oportunidad me encuentro escribiendo para reflexionar y reclamar acerca de un tema que ya a muchos ha atormentado...¿¿quien cresta puede afirmar que entiende de verdad y en un cien por cientoa las mujeres?? De verdad e un tema que da para mucho. Algunos podrás decir que las conocen, que las saben entender (yo era uno de ellos) pero de a poco me he dado cuenta de que cada vez que uno parece más cercano a saber cómo son, más sorpresas tienen ellas guerdadas bajo la manga...aveces pareciera ir todo bien, sobre ruedas, le dices que la quieres y ella te lo corresponde, y, sin más ni más, al día siguiente (uro quepuede ser así) te tratan como si fueras un gusano, que trató de sobrepasarse con ellas o que las gorreó...siempre hay algo, algún punto en el que chocan.

Conozco el caso de la "polola mega celosa". Esa que siente celos de cualquier otra mujer (casi hasta de la suegra) y que ve como potencial enemigo incluso a los amigos de toda la vida de su amado. Es cierto, y generalmente llegan a tal punto que ya se termina volviendo una situación insopotable. En lo personal, creo que me ha tocado vivir de todo en cuanto a lo que se trata de relaciones; claro, de todo menos una relación duradera, sin grandes problemas y dentro de los marcos de la normalidad...distancia, engaño, celos...y ahora último recientemente...una patadita que me diron sin explicación alguna que me dejó colgao'.

El asunto es que, sin importar por qu'e, de una u otra forma las muejeres terminan arreglándoselas para ser el centro de atención. Para hacer lo que se les ocurre y, al menos por un tiempo, llevar la batuta. El gran problema es cuando uno al fin se decide y se olvida de ellas, por que ahí, aunque no se la jueguen ni nada, de alguna forma te terminas enterando de que ellas estarían dispuestas a volver...son un dolor de cabeza, son la alegría, son el mejor sueño y la peor pesadilla....incluso, llegana complicar tanto la existencia en algunas casiones, que hasta algunos tontos llegan a escribir acerca del tema, es más, llegan a publicar eso que escriben, buscando la identificación de los demás en lo que uno expresa....

Lo único claro, es que a pesar de todo, es imposible no quererlas. Con celos, con mañas, con engaños (aveces imperdonables claro) con tdo eso y más, es imposible no dase vuelta para mirarlas, o no escribir algo pensando en ellas...es dificil entenderlas, pero por algo siempre se ha dicho qu no hay que entenderlas, hay que quererlas....quizás el día en que se las llegue a entender, será el día en que dejen de sr algo tan intrigante y atractivo para los hombres...por mi parte, no pueo hacer más que esperar, haber que me espera ahora, y aguantar de buena gana tanto la patada que me pegaron recién, como las que sin duda en el futuro más de alguna me va a pegar....

Tuesday, January 30, 2007

Tokio.

Las luces de los imponentes rascacielos de Tokio provocaban que el cielo se viera más claro en la medida en que las nubes que soltaban la copiosa lluvia se hacían más densas y reflejaban toda la energía lumínica de la gran metrópolis. Toda una selva de vidrios y aleaciones metálicas se asomaba ante los ojos de quien quisiera apreciar el espectáculo. Parecía así como una montaña de edificios, agrupados uno junto a otro, casi sin dejar espacio para las calles, los semáforos y los millones de personas entre habitantes y turistas que recorrían los más recónditos lugares. El cemento reflejaba los focos de los buses, automóviles y los cientos de carteles luminosos que llamaban tentadoramente a comprar determinados productos. Cientos de modelos de cuerpos esculturales brillaban sobre el reflejo de los pequeños ríos que en algunas zonas hacían de calles. Las vitrinas dejaban ver toda la majestuosidad de los más elegantes trajes para damas y distinguidos caballeros, que a la vez se traslucían por entre los ventanales de los más exclusivos restaurantes de la ciudad.

Kenji llevaba todo el día recorriendo la urbe. Iba con los audífonos de su reproductor musical puestos, sin tomar en cuenta a nada ni nadie más allá de lo que era para él en ese momento: la más deprimente escenografía que alguna vez hubiese visto. Como cualquier día se había levantado para ir a trabajar, luego de una ducha y el correspondiente desayuno, se había dirigido a la estación de metro y después de veinte minutos ya estaba frente al rascacielos de 67 pisos, que en lo alto de la cristalina puerta giratoria cargaba con el nombre de su compañía <<TOKIO INFORMATIC SYSTEMS, INC>> “la empresa líder en el rubro de los sistemas e implementos informáticos” según su propio jefe decía siempre. Llevaba cinco años en el mismo trabajo. Cinco años en el mismo cubículo de cuatro paneles con una salida, con las mismas desteñidas fotografías de su perro, de su madre, y de su amada esposa, Yuki. Hacía cuatro meses que entre los dos las cosas no andaban bien. Kenji sospechaba que ella le era infiel. “ no puedo culparla” pensaba para sus adentros-“ trabajo los siete días de la semana por diez horas cada jornada”. A decir verdad, le impresionaba el hecho de que ella aún no lo hubiese dejado.

Cuando se encontraba justo frente al edificio, una sola idea pasó por su cabeza, llevaba meses planeando una estrategia con la que él quedaría libre de seguir en la presión que llevaba sobre los hombros, y que además le daría a su amada Yuki un respiro económico al menos durante un buen tiempo. Sacó con calma su celular, miró la hora en la pequeña pantalla de cristal líquido y dio media vuelta en dirección a la vereda del frente. En ese momento comenzó su travesía por el imponente Tokio. Miraba a sus lados, las caras de toda esa gente que iba de un lugar a otro, con preocupaciones, molestias, con el estrés de haber despertado a cumplir con su rutina.

Luego de una hora de andar llegó al gran mercado central, en donde, al igual que miles de banderas, los techos de tela de los diferentes puestos asomaban con variados colores, lacios a voluntad de la suave brisa que llenaba el aire. Escuchaba los gritos de los miles de comerciantes ofreciendo desde joyas de fantasía y ropa interior, hasta pescado fresco. Los bambúes que soportaban los toldos lucían enmohecidos, corroídos por el paso de los años que llevaban la mayoría de los comerciantes ofreciendo sus mercancías ahí. Caminó por las callejuelas atestadas de gente que evaluaba los productos en busca de la mejor alternativa y callejones con pozas de turbia agua, llena de etiquetas, trozos de frutas y colas de pescado. Una especie de caldo fétido se difundía por el aire y le llenaba los pulmones a cada inhalación. Los carniceros, con sus delantales y cuchillos empapados en sangre, tanto seca como fresca, le salían al paso con sonrisas desgastadas, curtidas por el tiempo y faltas de dientes, intentando vender lo que fuera, al precio que fuera. Una vez atrás el mercado, un largo sitio eriazo, con el suelo lleno de una fina capa de agua y paredes de concreto, le daba la bienvenida al lugar que pocos turistas visitaban en aquella urbe: los pabellones casi infinitos de bloques de diminutos departamentos, en los que vivían los más desposeídos de la gran ciudad. Caminó por uno de los pabellones, sintiendo esta vez hasta el más ínfimo de los sonidos. El lugar parecía tan ignorado por los demás, que daba la impresión de que hasta el ruido del progreso se negaba a entrar. Se encontraba rodeado de herrumbrosas murallas de concreto, en varias partes parchadas por tablas podridas y latones oxidados, que dejaban caer su anaranjado rastro sobre los rincones en que terminaba el muro y comenzaba lo que alguna vez fue una calle. Miles de cordones colgaban de lado a lado, sosteniendo ropas que goteaban casi llorando su deterioro, a la vez que, como ramas cortas de un tronco principal, un bosquecillo de antenas también deterioradas asomaban en un intento de captar de buena forma las señales de los diferentes canales, para quienes tuvieran televisión. “y somos un país desarrollado” se dijo a sí mismo el joven oficinista. De pronto sintió el trueno furioso de las turbinas de un avión, que inmenso en su majestuosidad parecía sobrevolar casi rozando los techos de las alicaídas viviendas.

Llevaba casi medio día caminando. Hacía ya dos horas que había abandonado la repelencia de aquel pantano de cemento y latas donde pasó. En su cabeza daban vueltas miles de ideas, preguntas, historias por él mismo inventadas y por sobre todo, la ejecución de su plan. “déjame disfrutar de este día, que ya va a acabar” se decía en un tono desafiante. Vio a su lado a una pareja de jóvenes enamorados que se besaban sin pudor alguno frente a los ojos de los jubilados ancianos, que a pesar de simular cierta incomodidad y comentar lo que para ellos era una falta de respeto, en sus adentros revivían por algunos momentos la sensación de las carnes apretadas y la suavidad de los muslos y las partes más íntimas que habían tocado y recorrido ellos en su vida. Más allá, la música y el jolgorio se apoderaban de una avenida, por donde pasaba un carnaval en honor a la festividad de algún sagrado dragón protector. Una fila de hombres cubiertos con una roja tela adornada de hilos de plata y oro, se movían de un lado a otro mientras el primero de la hilera sostenía y sacudía anímicamente la cabeza de un dragón de ojos saltados, bigotes amarillos y prominentes colmillos. Una lluvia de papeles picados caían desde algunas ventanas y cientos de niños corrían con cintas de colores alrededor de los carros alegóricos más variados: samuráis, estatuas e imágenes de divinidades, animales mitológicos y pantallas que pasaban imágenes varias. Kenji decidió ignorar por el momento el espectáculo- más tarde me los encontraré denuevo- pensó, mientras volvía la cabeza hacía otra calle, que según el sabía le llevaría a una estación del metro, por la que podría llegar a un cerro desde donde apreciar el atardecer de Tokio.

Una vez en el tren, se maravilló depresivamente contemplando las majestuosas estructuras que asomaban mientras el tren pasaba por sobre el nivel del suelo en algunos fragmentos del trayecto. Vió a lo lejos el puerto, sembrado de pequeñas y medianas embarcaciones pesqueras a un lado, rodeadas estas de neumáticos desechados que amortiguaban los pequeños golpes que a veces éstas se daban contra el pavimento del puerto. Incontables mástiles asomaban en diferentes direcciones, con redes colgando, banderas corroídas o gastadas y antenas no menos deterioradas que giraban sobre su eje en busca de tormentas o embarcaciones en camino. Por la otra parte y más alejados se encontraban todos los grandes buques de transporte, con sus plomizos containeres metálicos, llenos de letras y nombres tanto en japonés como en inglés. Cientos de banderas de los países más lejanos del mundo flameaban a merced del viento reinante mientras una serie de grúas, como brazos de un gigante arácnido se posaban sobre las cubiertas sacando de a poco la carga de las embarcaciones. Ningún detalle escapaba a los ojos de Kenji. El movimiento del mar, las gaviotas que volaban en círculos a la espera de capturar algún desperdicio olvidado por el hombre, las manchas de algas que se dejaban llevar esparcidas en el mar, el oxido que tanto a barcos como al mismo puerto iba carcomiendo poco a poco, con la paciencia del tiempo a su favor, los edificios que se comenzaban a elevar a escasos metros del límite con el océano. Todo le entraba al cerebro en conjunto, todo se volvía un ingrediente más en ese nublado día, que para Kenji no era más que el final de una larga travesía.

Aparte de todo el paisaje que estaba apreciando, una y otra vez Kenji repasaba los pasos a seguir en su plan. Sabía que si era descubierto, todo iba a ser en vano, y que al final de todo el acabaría muerto sin sentido alguno, y su amada Yuki no recibiría un céntimo por la desgracia de perder a su esposo. El suicidio era un recurso muy utilizado en esas tierras, y por lo mismo las compañías de seguros sabían perfectamente qué debían hacer y cual era todo el procedimiento a seguir ante una nueva muerte, para así descartar toda posibilidad de un fraude en búsqueda de salvar a alguna familia de la pesadilla de las deudas contraídas. El joven Kenji había estado meses planeando su muerte. Cómo lo haría, en qué momento y lugar. El día había llegado. "ésta es la posibilidad de ponerte a prueba, después, todo será mejor, para tí, para tu madre y para Yuki. Yuki..." los ojos se le llenaron de lágrimas, mientras las puertas de metro se abrían de par en par para vomitar una oleada de gente y recibir de paso a unas cuantas más en sus vagones. Sus pasos eran lentos al dejar la barriga de aquella serpiente metálica. Miró los carteles en busca del que necesitaba leer. Ahí estaba, frente a el, con letras amarillas y bordes negros el colgante que él buscaba. MIRADOR TANURI-SAN, 300 MTS. Una flecha rosa indicaba el camino a seguir. El sabor del arrepentimiento le comenzó a llenar la boca. “aún puedes cambiar de parecer” le dijo la voz de Yuki, reproducida imaginariamente por su cabeza, como si en realidad ésta estuviese ahí junto a el rogándole por que no lo hiciera. Cerró fuerte los ojos para evitar que cayeran las lágrimas que querían asomar, se pasó la mano por una mejilla en busca de la única gota que había logrado escapar y luego, prendiendo un cigarro emprendió la marcha.


A cien metros de la cima del camino, vio pasar nuevamente el carnaval del dragón frente a él. Ya era pleno anochecer, por lo tanto ahora el carnaval llevaba una escolta de lo que parecían ser algún tipo de sacerdote, con bengalas rojas entre ambas manos, además de hileras de cables con ampolletas de variados colores posadas en cada carro, que daban un aspecto menos tétrico al dragón y a sus divinidades vigías. Hacía cuatro horas que la lluvia había comenzado a caer, sin embargo el entusiasmo de quienes veían y participaban del carnaval no había cesado en lo más mínimo. El cemento de la calle reflejaba las bengalas, y el agua acumulada permitía que, entre millones de círculos pequeños formados por cada gota, asomara la forma difusa del dragón, y de un fragmento de la parte interna que los demás no podían ver mirando a la bestia de frente. Cuando hubo recopilado toda la información de lo que veía, Kenji dio media vuelta y continuó su ascenso por el camino turístico del mirador Tanuri-San, habitualmente lleno de turistas deseosos de ver el progreso del imponente Tokio reflejado en sus edificios y luces de todos los colores y ritmos de funcionamiento; sin embargo, como estaba lloviendo fuerte, los tours programados habían sido cancelados, y Kenji apenas si se encontró con un pordiosero recostado a un lado del camino, cubierto de cartones y tiritando notoriamente a causa del frío.
Faltaban sólo unos metros. La cornisa de ladrillos decorada con flores estaba prácticamente a sus pies. A duras penas había podido encender otro cigarrillo, mientras sus empapados anteojos dificultaban la visión del escenario que tenía en frente. Antes de hacer nada, Kenji sintió un nudo en la garganta que casi le dificultaba la respiración. Miró al cielo nublado por unos instantes y recordó todos los momentos de su vida que para él guardaban algún valor: vio a su madre cocinando para el cada vez que éste la visitaba en su ruinoso apartamento de los suburbios. Recordó la imagen de su amada Yuki el día en que se casaron, las promesas que ambos se hicieron y los proyectos que tenían…recordó los consejos de su suegro, el respetable millonario Kosiuke Yasakawi, dueño de la próspera Tokio Informatics systems Inc. Y de la compañía de seguros en la que figuraban tanto él como su esposa. Sabía que tenía que hacer lo que lo había llevado hasta ahí. La última pelea de Yuki con su padre había terminado en la deshonra de este último, que en un gesto de furia la había borrado de su testamento, pero había olvidado sacarla de la cartera de clientes de la compañía de seguros. " Espero que entiendas mi amada, que no existe más alternativa que ésta" pensó Kenji. Sin duda la principal motivación para hacer lo que iba a hacer era asegurar el bienestar de su esposa, pero había también otra razón: su cabeza no daba más. Cada día que pasaba, sentía que se volvía un poco más loco. Todo lo que hoy había visto en su recorrido era el escenario de su vida, y no veía más alternativa que esa en cada amanecer, cada tarde y cada anochecer. La rutina lo estaba llevando a odiar a sus cercanos, a rechazar el sexo con su esposa, a golpear a su mascota sin razón aparente y a detestar todo cuanto le rodeaba. Ahora que tenía ante sí todas las estructuras del Tokio que lo vio nacer, se preguntaba cómo era posible que millones de personas estuviesen tan mecanizadas como para seguir con sus rutinass, día tras día, sin exigir aunque fuera un poco más de sus existencias.

El momento de ejecutar su plan había llegado. Con cuidado sacó de su bolso un zapato que había guardado hacía unos meses, cuando estaba planeando su muerte. Lo puso sobre un charco de barro que había en el lugar y lo dejó ahí hasta que lo volviera a necesitar, no sin antes presionarlo con fuerza para que el barro manchara toda la suela. Se sacó la camisa que llevaba y la apoyo en su hombro. Luego venía la etapa de los golpes. Miró a uno y otro lado para ratificar que nadie había ahí observando el espectáculo, y de una buena vez se asestó primero un puñete en la nariz. Sintió de a poco como una gota tibia salía de su nariz, mientras el paladar detectaba un sabor cobrizo y cálido. El segundo puñete fue a dar directo a sus anteojos. Las esquirlas de los vidrios rotos se acomodaron en las arrugas de los párpados y sobre sus mejillas, mientras el marco solitario caía frente a él. Hubo dos puñetazos más. uno le quebró un diente, y el último, con toda la fuerza que le quedaba le trisó una costilla según diría mas tarde el forense de la policía. Apenas se recuperó de los golpes que se había dado, tomó la camisa y el zapato, y con la prenda de ropa extendida en su estómago marcó la huella del calzado en lo que correspondía a la espalda de la pieza de blanca tela. Se volvió a poner la camisa, y cumplió con la penúltima etapa de su plan. Con los ojos abiertos todo cuanto podía y respirando trabajosamente, buscó un lugar un tanto apartado y después de media hora de escarbar enterró el zapato, tapándolo con barro a nivel del suelo y colocando con lo que le quedaba de fuerza una piedra de grandes proporciones sobre el lugar. Ahora sólo faltaba el acto final. Se colgó el bolso al hombro sin antes rajar un poco algunas de las costuras, y puso los pies al borde de la cornisa de ladrillos. Pensó por última vez en Yuki, miró al cielo, sintiendo como en su boca abierta se diluía el sabor de la sangre en la medida en que le entraban las gotas de lluvia, bajó la vista hacía la selva luminosa que era Tokio y con un suspiro se impulsó al vacío frente a él, desde la parte mas alta del mirador. Casi no hubo dolor, el primer golpe se lo dio en la nuca contra una roca que le rozó en su camino a la extinción, luego, solo fue un sonido más y la nada aboluta…


Yuki esperaba a Kenji con preocupación. Nunca se retrasaba, pero justo esa noche en que ella le iba a comunicar una buena noticia después de toda una mala racha, su esposo se atrasaba hasta el momento por cuarenta minutos en arribar al hogar. El olor de una sopa de algas y arroz llenaba el apartamento, y las velas que había comprado esa tarde para la ocasión ya estaban a la mitad. Quería que fuera el primero en saber, a pesar de las ansias de contarle a su padre la buena noticia, en busca de la posibilidad de que este la perdonara y la reintegrara a la familia. Cuando el teléfono sonó dos horas más tarde, las velas ya no estaban y el olor de la sopa había cambiado a la fetidez ahogante del arroz quemado en el fondo de la olla. No pasaron más de dos minutos antes de que Yuki sintiera que el mundo a sus pies se remecía de dolor y de impacto. El florero que tenía al lado tambaleó y calló al suelo víctima de un golpe de Yuki, que se desvanecía presa de la gravedad y la inconciencia, incapaz de soportar la noticia.


En menos de seis horas, Yuki había vivido los dos extremos más apuestos de la emoción humana. La idea de un nuevo integrante en la familia le había llenado el corazón de alegría y euforia, además de esperanzas de una nueva oportunidad en su relación. El impacto de saber que Kenji yacía sesenta metros bajo la cornisa del mirador Tanuri-San le había robado esas esperanzas, junto con las ganas de vivir y de recibir a la nueva vida; simplemente, no sabía vivir sin su amado, y no quería saber lo que era estar sin él.


Las pruebas eran concluyentes. Kenji Sawakani había sido víctima de un asalto. El o los asesinos habían intentado robarle su bolso y, al ver que el joven oponía resistencia, le habían propinado una golpiza dejándole rota la nariz y un diente, además de haberle trisado una costilla, razón por la que seguramente la víctima había quedado en un estado de semi- inconciencia, incapaz de defenderse. Los asaltantes, en un arranque de furia, y despreocupados del motivo inicial del acto que era robar el bolso de mano, le habían empujado por el barranco dándole una patada en la espalda, con la fuerza suficiente para que Kenji, sin capacidad de reacción, cayera por la cornisa y falleciera de forma casi instantánea debido al impacto con las rocas que abajo se encontraban. El informe lo había redactado la policía, y lo había hecho llegar a las oficinas del seguro que cubría a Kenji Sawakani, donde había sido estudiado y finalmente aprobado. La esposa de Kenji, Yuki Yasakawi, recibiría una pensión según lo estipulado en el contrato contraído entre el joven y la empresa, de una cantidad suficiente para vivir sin lujos, pero al menos con lo que necesitaba y sin deudas.

Ante todo lo ocurrido, el padre de Yuki corrió en su auxilio, disculpándose por abandonarla en algún momento, ofreciéndole todo su apoyo y prometiendo todas las facilidades a su nuevo nieto en camino. A pesar de que Yuki le disculpó, decidió no aceptar la ayuda económica que su progenitor le había ofrecido. Ante la reacción, el padre preguntó por qué sin recibir una explicación. La verdad era que Yuki, en su dolor y desconcierto, una de las tantas noches en que revivía a su amado esposo a costa de fotografías y enseres personales que aún conservaba en el velador, había encontrado una carta, que en breves líneas explicaba todo lo que a su difunto esposo le sucedía, y todo lo que había planeado hasta el último paso. Yuki, sin justificar tal acto, amó aún más al que fuera su compañero de vida, y se prometió vivir de aquella pensión más lo que ella pudiera ganar, sin recibir un peso más de parte de nadie.

Gracias a Kenji, Yuki recibía un dinero fijo todos los meses; gracias a Kenji, el hijo que en honor a su padre recibía el mismo nombre, pudo optar a una educación de nivel, y estudió en las mejores universidades dadas sus capacidades intelectuales. Gracias a Kenji, Yuki y su padre jamás volvieron a trenzarse en una discusión de grandes proporciones; gracias a Kenji, Yuki había tenido que buscar un trabajo en cuanto su hijo tuvo la edad suficiente, volviéndose esclava de un horario y transformando en uno de sus escenarios recurrentes un cubículo de cuatro paneles con una salida, con la foto de su perro ahora muerto, su padre, su hijo y su difunto esposo. Gracias a lo que había hecho Kenji, ahora Yuki se encontraba con la vista perdida en el horizonte, sintiendo la lluvia caer por entre los pliegues de la piel de su rostro mientras observaba el progreso del gran Tokio reflejado en los interminables gigantes de hierro y vidrios, que con sus luces parecían despedirla. Gracias a su amado Kenji, ahora era Yuki, desgastada por los años, la que apoyaba el primer pie en el borde de la parte más alta de la cornisa del mirador Tanuri-San.

Thursday, January 18, 2007


Violador social
A veces, cuando estoy en mi cuarto, acostado y descansando de mis jornadas, me pregunto algunas cosas. Hoy, mientras destruía la casa de un tipo que creyó en mi historia de que necesitaba ayuda, vi el titulo de un libro de su estantería. Se llamaba “La sed del hombre”. ¿ cuál es la sed del hombre?-me pregunté. En el momento la verdad elegí seguir destruyendo con mis amigos antes de que llegara la policía y se acabara la diversión. Acabé con todo cuanto encontraba, incluso me di el gusto de destruir la vida de su esposa cuando la violé. Estuvo bueno. Sentir a esa mujer desesperada, intentando librarse de la mordaza que tenía puesta, moviendo las piernas frenéticamente mientras yo con mis manos tocaba todo lo que poco a poco le iba hiriendo el orgullo y la dignidad. La penetré cuanto quise y pasé mi lengua por todos los lugares que jamás ella podrá olvidar. Sin embargo, esta vez fue distinto. Mientras la violaba, mientras ella lloraba, yo pensaba en esa pregunta. ¿ cuál es la sed del hombre? Mi sed, es la de ver sufrir, la de ser poderoso y la de sentir cómo a pesar de la desesperación, el terror y la fuerza que hacen, mis víctimas no pueden hacer más que quejarse, llorar y aullar al igual que pobres animales. Cada vez que experimento esa sensación, ese torrente de fuerza y poder en las venas, me siento excitado, y no sólo en lo que a sexo se refiere no, sino que también hay algo dentro de mí, una especie de segunda personalidad que me lleva a sentir que estoy cumpliendo bien mi tarea, la tarea de recordar a todos esos malditos millonarios que no son más que personas débiles, iguales a todos y que no son inmunes a lo que hay en su alrededor. No experimento el mismo gozo cuando golpeo a las prostitutas, o cuando pateo hasta la muerte a los borrachos que siempre hay tirados en las calles de esta ciudad. Ahí siento que cumplo con un deber cívico, después de todo, lo que hago es limpiar las impurezas de la urbe, los residuos de la sociedad que tenemos. Cuando se trata de ricos, lo que hago es darles una segunda oportunidad, una nueva partida para sus vidas; después de todo, en la mayoría de los casos, son personas que recapacitan y que se vuelven mejores, al menos comienzan a apreciar más a sus familias.

Cuando la noche ya había acabado, y cada uno de los cinco que componemos el grupo tenía unos cuantos billetes en sus bolsillos, nos despedimos y tomamos rumbo propio camino al hogar. Nuevamente había sido una noche entretenida, con altos y bajos, con policías siguiéndonos y más de alguna persecución. Como cada noche no nos alcanzaron por supuesto.

Antes de seguir escribiéndoles, debo ser más educado y presentarme. Soy Jeff, sólo Jeff. Elegí no tener un apellido pues no quiero que alguien por ahí me identifique. Los otros cinco con los que salgo son Mark, Fill, Dan, Tom y Andrew. Somos los seis amigos que casi todas las noches salimos a dar vueltas por las calles de nuestra querida ciudad, en búsqueda de dos cosas: o basura social, o ricos que necesitan una lección.

Ahora me encuentro en mi cama, cómodo y reposado. Miro al techo, donde se reflejan todas las fotos de cada una de las mujeres a las que he violado. Para algunas personas yo soy un loco, para otras soy un genio (afortunadamente son los menos, me gusta esto de ser exclusivo) para mí, soy único. No soy uno de esos criminales que anda por ahí haciendo de las suyas sin motivo alguno; yo soy de los que hace todo con un motivo, una causa, una razón. Como ya les decía, el hecho de que viole a las mujeres de los más acaudalados (y los no tanto) no es más por placer personal que por un deber social. Si a esos tipos no les pasara nada ¿cómo podrían darse cuenta de que sus vidas son un asco? Oh si, definitivamente, mi actividad es sacrificada y tiene un fin sensato.

No puedo negarles que me otorga placer, ya se los dije, pero sin duda, lo que más busco es que reaccionen. La semana pasada me tocó la casa de quien es el jefe de mi padre. Y vaya que tiene una esposa bella. Por suerte para mi, la mujer opuso mucha resistencia, eso es algo que más me excita. De a poco, cuando le hablaba y le tocaba el cuerpo bruscamente, pude leer el terror en sus ojos. La dilatación de sus pupilas, las venas hinchadas en la frente. Todo indicaba que sentía un miedo incontrolable, más grande que el amor por su marido al parecer ya que, cuando le dije que se quedara quieta o mataba al hombre ahí mismo, comenzó a patalear más fuerte aún, casi llegando a ganarme en fuerza. Mi sed va por ese lado, por el lado de sentirme útil a la sociedad pero a mí manera, de la forma en que a mí más me acomoda. Si al tío de la esquina le acomoda ser útil barriendo las calles por las que camino, me parece bien; en efecto está siendo útil. Pero si el tipo que vive atrás de mi casa cree que es útil por que trabaja en una cantina donde vende alcohol y cigarrillos, además de arrendar a su hija para que cualquier viejo le haga lo que quiere, está muy equivocado. Él no hace aporte alguno a la sociedad. Simplemente se limita a satisfacer el vicio de unos cuantos cerdos que jamás se van a preguntar quién es la chica a la que están penetrando, o si es que ella quiere realmente chuparles los genitales mientras ellos le aprietan los senos. Esos mismos cerdos son los que yo en vez de eliminar, busco para advertirles acerca de la vida que llevan. No serviría de nada que fuera a sus casas y les dijera “oye, sé bien lo que haces y está mal así que debes cambiar”. Lo más probable es que en menos de un día ya me habría ganado al menos un par de balazos en la cabeza. Por eso es que hay que ser más drástico, hay que demostrarles que ellos no viven en una burbuja y que como a todos, las desgracias les pueden ocurrir a ellos también. Sólo por eso es que no siento culpa cuando violo a sus amadas esposas, que por lo demás no saben hacer más que gastar el dinero que los tipos ganan.

Como les contaba, la pregunta que leí en el lomo de ese libro me quedó dando vueltas. Ya les dije cuál era mi sed, pero quisiera saber cuál es la sed de cada uno. Creo que somos pocos los que sabemos cuál es nuestra sed. La sed de los religiosos es la de poder creer y aferrarse a algo que, sin darles respuestas concretas, les permita entender o, en último caso aceptar todo lo que les sucede. La sed de un millonario es la de ganarle al que está en la mansión de al lado, la del ser humano en general es la de trascender. Pero creo firmemente que hay quienes no tienen una sed definida, y esos son los más peligrosos, pues son los que están dispuestos a hacer lo que sea y experimentar cualquier cosa con tal de encontrar su sed. Se preguntarán qué hago yo pensando en eso, pensando en el propósito o la búsqueda interna de los demás. La verdad es que todo lo que hacemos con mis amigos es por lo mismo, por nuestra sed en común de cambiar las cosas, y creemos a ciencia cierta que, dadas las características del ser humano, no hay forma alguna más adecuada de cambiarlas que el método que nosotros utilizamos. Si es que advirtiéramos a todos esos tipos que llevan una vida mala, acerca de su perdición, no sería suficiente, no cambiarían, pues al igual que los niños, los adultos necesitan vivir las experiencias para aprender. Tan cierto es, que la única vez que entramos a una casa y vimos que la mujer que ahí estaba vivía sola y que nosotros habíamos errado la dirección, no le hicimos nada, ni el más mínimo daño, ni a ella ni a sus cosas.

Hoy violé a tres mujeres, tres distinguidas damas de la alta alcurnia de la sociedad, que la noche anterior habían estado riendo con sus amistades, envueltas en fastuosos abrigos de piel y bebiendo champaña a destajo en finas copas de cristal.


Seguramente ninguna esperaba que le sucediera lo que pasó, pero así es como tiene que ser, ya que mientras ellas disfrutaban de sus tragos y su música, los respectivos maridos se hallaban en una casa inserta en los suburbios, con los pantalones abajo y eyaculando en la cara de muchachas de no más de 16 años. ¿ que yo soy un criminal? ¡Al carajo!, lo que yo hago es cambiarles la vida y en la mayoría de los casos hacerla mejor. Seguramente los tipos van a dejar de frecuentar esos lugares y se irán a otra ciudad o darán un notorio vuelco a sus costumbres. Incluso considerando lo que hago, se puede decir que soy piadoso, y benevolente, puesto que para hombres que hacen eso lo que debiera hacer es matarlos y punto, sin embargo les doy una oportunidad. Eso sí, si es que después de todo, aún no cambian, claro que se ganan un buen balazo, y claro, no sin antes una media hora de prolongada tortura. Pero son muy pocos los que no cambian después de ver cómo le hacemos a sus mujeres lo que ellos hacían unas horas antes y con pequeñas muchachas o prostitutas malolientes. Lo único que los diferencia de nosotros después de todo, es que para hacer lo que hacen, ellos pagan.

Sigo en mi cama pensando en todo esto, sigo dándole vueltas al asunto de la sed. Creo que si alguien no tiene las ganas de hacer algo específico en su vida, si no tiene la motivación de hacer una actividad determinada todas las mañanas cuando se levanta, potencialmente se está volviendo un peligro. Desde el momento en que alguien no sabe que hacer, comienza a buscar qué es lo que puede llevar a cabo, y claro, ahí es cuando surge el riesgo de que aparezcan criminales que asaltan bancos, violadores sin sentido alguno que no sea el ver sufrir, o abusadores de pequeños que no tienen idea de qué esta pasando, con suerte tienen claro qué es lo que les meten por quién sabe donde.

Definitivamente se que lo que hago puede ser criticable para muchos. Pero yo me siento orgulloso. Estoy dando un servicio a mi comunidad. Las mujeres superan el trauma, después de todo no las maltrato físicamente aparte de un par de bofetadas cuando no se quedan tranquilas. Generalmente, tiempo después de que han sido violadas, con su marido ahí presente, dan un vuelco a su vida y se hacen personas más sensatas. Todo eso es lo que me indica que lo que hago esta bien. Soy algo así como un mal necesario. Junto a mis amigos, hacemos el trabajo sucio que nadie quiere hacer, pero que todos en algún rincón de su mente, tienen claro que debe ser hecho.

A quien lea esto le digo francamente: ¿no tiene acaso una coherencia mi discurso?, ¿ no les parece hasta cierto punto que lo que hago, mal o bien dependiendo de su juicio, sin duda introduce un cambio en la vida, y devuelve a aquellos que se creen omnipotentes un sentido más humano que quizás habían perdido en su totalidad?

Muchos se preguntarán por qué una violación y no un simple robo, una golpiza o algo por el estilo. La respuesta es simple. Un robo despierta ira, pero sólo eso. La sensación de fragilidad no perdura y finalmente quien sufrió el ataque termina volviéndose una ostra, desconfiando de todos y luchando por ganar más dinero para tener más medios para gastar en seguridad. Pero en ningún caso se les ocurre hacerse un autoexamen. Una golpiza, conlleva a casi los mismos efectos del robo, quizás incluso lleva a ser más violentos a quienes la sufrieron, contratan más seguridad para sus mansiones y al final, tampoco los lleva al análisis de sí mismos. La violación es distinta. Cuando un hombre ve que a su mujer la violaron, y ante sus propios ojos, se siente vulnerable. Probablemente su primera reacción sea la de llenarse de sistemas de seguridad, pero ahí dentro suyo, queda algo, queda esa sensación de que las cosas no volverán a ser como antes, y de que tal como a ellos les duele eso, a quienes ellos dañan les duele sufrir las consecuencias de sus fechorías.
En cierto modo, los deja en un estado de trance que de a poco se vuelve en una concepción de su vulnerabilidad, y en la mayoría de los casos revive el amor y la cercanía con los suyos. De a poco el hombre siente que no pudo cumplir con su papel de macho protector, siente que vio como su mujer pasaba por una de las peores pesadillas y él, sea quien sea, no pudo hacer nada a pesar de todo su poder, sus contactos y su riqueza.

El tiempo cura las heridas. Esa una sentencia que siempre me dijeron mis padres y que vale demasiado cada letra de las palabras que la componen. El cómo superen el problema es asunto de ellos, pero sin duda que después de que nosotros intervenimos, sus vidas son otras. Violaré las veces que sea necesario, lo haré y lo afirmo por que sólo así, como me lo ha indicado la experiencia, los hombres que se visten con trajes más caros que lo que muchos de nosotros tenemos para vivir en el mes, van a cambiar, van a examinar sus vidas y después de un largo proceso, entenderán aunque sea a regañadientes que lo que les pasó fue lo mejor, fue un favor hecho por nosotros, héroes anónimos que nos llevamos la peor arte en cuanto a la fama que nos hacemos.

Ya me está ganando la batalla el sueño. Seguramente cuando cierre los ojos, experimentaré el tibio recuerdo de como froté mi piel contra la de la mujer que estuvo de turno. Recordaré sin duda los gemidos que apenas pudo sacar al aire, y los ojos casi desorbitados al momento de la penetración. No me arrepiento. No siento remordimientos ni terror de ser castigado por algún dios. Sé que de alguna forma, todo lo que he hecho servirá, y con ver que sus vidas cambian, y que en la mayoría de los casos es para bien, me siento pagado e impulsado a seguir actuando…

Piensen sólo un segundo en todo lo que he dicho. Piensen en los argumentos que he dado, y verán que por terrible que parezca lo que hacemos con los muchachos, no es nada comparado con los daños futuros que evitamos a niños o familias enteras que iban a sufrir de la omnipotencia social y el poder de unos pocos…

Saturday, November 25, 2006

Mientras pensaba en como se sentía con todo lo que pasaba, miraba por el ventanal que había frente a la cama, y apreciaba todos los pequeños detalles. El sol entraba por entremedio de los barrotes de una reja oxidada que se veía ahí al fondo, mientras desde la rama de un arbol alguien le movia la mano en gesto de saludo. Era su amiga, su querida amiga que la venía a ver todos los días a su pieza. Rapidamente se levantó de la cama, se calzó las pantuflas y se dirigió al ventanal para abrir y dejar que entrara su esperada visita. Por un momento los chirridos de los rieles del marco sonaron tan fuerte que con un gesto rápido ambas muchachas hicieron una mueca de dolor y se hicieron hacia atrás. En cualquier momento podían comenzar a sonar los pasos del guardia de pabellón, y eso no era nada bueno: el castigo más suave eran dos semanas aislada en el pequeño cuarto bodega que habia escaleras abajo.

Nada sonó por el pasillo. La amiga visitante pasó primero una pierna y sólo después de sentirse segura de no perder el equilibrio, pasó la otra pierna y apoyó el pie en el piso del cuarto. en cuanto estaba cerrado el ventanal, se dieron un fuerte abrazo y así se mantuvieron por unos cinco minutos sin decir palabra. durante la visita, se contaron todo lo que había sucedido desde que no se veían, hasta el último detalle salía de sus bocas para porse al tanto de lo que les había pasado.

Pasaron así toda la tarde, riendo y llorando, contándose una y otra vez la misma historia de todos los días. Como cada tarde vieron la puesta de sol, y los rayos de luz que iluminaban las embarcaciones de oxidado metal que allá lejos en el antiguo puerto aparecían como una pequeña mancha en un mar naranjo. Como todas las tardes comentaron lo bien que lo habían pasado cuando robaron la torta de chocolate que la abuela de la visitante había hecho con motivo de un cumpleaños. Como cada tarde, contaron los automóviles blancos que pasaban por el frente de las otras dos ventanas que habían en el cuarto.

Ambas se miraban frente a frente recostadas en la cama, una pasaba el dedo por la fría mejilla de la otra, pensando en qué estaría haciendo si aún viviera sola. Se miraban pensando cada una en la otra, hasta que por un par de minutos los ojos de la dueña de casa se cerraron en gesto de cansancio, y al abrirlos notó que ¿se encontraba sola, que su amiga se había ido, como cada tarde, sin depedirse ni siquiera darle un abrazo.

Mientras se cepillaba volvía a mirar el antiguo puerto, difuso en la creciente oscuridad del anochecer, y envidiaba a quienes estaban allá, disfrutando de las fiestas en familia, recorriendo las avenidas y viendo a los mimos y hombres traga-fuego que se apostaban en las rocas iluminadas que adornaban el lugar. Ella quería estar ahí. Se lo había comentado a su amiga cuando la vino a ver en la tarde, y le había dicho que intentaría escapar aunque fuera por esta noche, para vivir por lo menos una vez la sensación de la alegría.

Los veía bailando, riendo y jugando al son de la música, y mientras más los veía más se fijaba en un detalle: ellos la estaban ignorando. nadie miraba a su ventana, ni siquiera por ser la única luz que se viera encendida en todo el castillo. Una vez más la estaban ignorando, y otra vez estaba sintiendo la sensación de querer lanzarse encima de ellos y atacarlos con rabia por lo que hacían. Si tan sólo no hubieran barrotes entre sus dos realidades...

La rabia seguía aumentando.¿Cómo es posible -se preguntaba- que ellos me ignoren si soy la soberana de todo este lugar?, ¡el antiguo puerto es mío!. En su cabeza los recuerdos de la última visita de su amiga le palpitaban con el ruido de la culpa, y de a poco se daba cuenta de que otra vez, como ya desde hacía dos semanas le estaba saliendo algo de la boca mientras tomaba conciencia del peso de sus extremidades. Casi sin orientación, se dirigió a la ventana a gritar insultos contra todos los que estaban en el puerto. Ellos parecían no escucharla, pero sólo un niño, con vestimenta anticuada y en blanco y negro, se dió vuelta hacia ella y comenzó a reir. Ese fue el punto culmine. Comenzó a samarrear con toda su fuerza los barrotes de la ventana por la que miraba tan horrendo espectáculo, hasta que en un momento logró soltar el más oxidado del cemento que lo ataba a la fría muralla. De pronto, un escalofrío le recorrió la espalda: los pasos, aunque lejanos, se aproximaban a toda velocidad por el pasillo de blanco fléxit. Sus ojos dieron vuelta hacia la derecha y enfocaron la ranura inferior de la puerta de su cuarto, recibiendo sólo la luz de neón que parpadeaba como cada vez que la prendían. Comenzó a respirar mas rápido, y a hacer más fuerza. Justo cuando la sombra de los zapatos del empleado que llegaba a su cuarto se reflejó en el piso, logró pasar el tronco del cuerpo por el espacio dejado por el barrote. Miró hacia el viejo puerto, se dió cuenta de que aún era atardecer y que sólo un niño la seguía mirando, apuntándola con el dedo y riendo a carcajadas. La rabia volvió, con tal fuerza que se le marcaron todas las venas del cuello cuando comenzaba a volar, y por entre los barrotes que quedaban aparecia el brazo del empleado que intentaba atajarla. Sintió el vertigo en el estómago, y el descotrol nervioso que se le concentraba en algun punto medio entre su entrepierna y el bajo vientre. Sintió el viento en la cara, escuchó la risa del maldito niño que aún la apuntaba, y cada vez se le hacían más cortos los metros que la separaban del lejano suelo....

Cuando el cuerpo llegó abajo, todos los que circulaban por el jardín quedaron impactados. El auxiliar de aseo, que se encontraba justo al lado de donde la joven cayó, se afirmó con una mano de su vieja podadora, y comenzó a vomitar mientras el corazón la latia con fuerza anormal. Todos sabían que iba a llegar ese día, de algúna u otra forma, notaban que ella mentía al relatar todo lo que veíua desde su ventana; todos sabian qué era lo que le pasaba, y nadie habría podido ayudarla. Su mejor amigo, que se encontraba ahí en el patio justo frente a la pileta donde siempre conversaban, entendió que había sido la imagen de aquél "niño" el que la había asesinado. Lo habían comentado un par de veces, el también lo había visto, pero luego de mucho esfuerzo lo había dejado atrás. Con rapidéz llegaron los funcionarios y cubrieron el cuerpo. Seguramente estaba por llegar el juez a ver la escena.Seguramente, tal y como lo advirtió algúna vez a su amigo, la muchacha iba a saltar sobre el niño, sin importar si es que la castigaban...


Los padres salieron con lágrimas en los ojos. Ella con un pañuelo para ocultar el rostro, él con los ojos fijos en el horizonte, buscando la respuesta a su pregunta, buscando una explicación para entender lo que había sucedido...lo que el doctor les había dicho era insufuciente: ver cosas, producidas por una droga a la cual jamás pudo renunciar, una droga que la había hecho matar a su novio, que la llevó a la adicción y la alejó de la escuela, de sus amigos y de su familia no podía ser la razón de muerte de su amada hija, no era ese el fin que él había soñado, no era ese el final que ella se merecía...

Saturday, November 18, 2006

no más, no más tú, no más yo,
no más besos, no más esuqinas ni plazas;
no más te amo, ´no más yo también lo hago,
no más encanto,
no mas karaoke, ni frio en la madrugada...

no más café en el paladar más el humo de un cigarro,
no más risas y lágrimas después de una película,
no hay más ojos frente a frente, ni paseos por la playa ni latas de cervesa en la camioneta,
no hay más poemas por que este es un lamento,
no hay más regalos ni siquiera un te quiero,
no quedan bromas del momento, no más políticos urbanos como fuimos,
se acabaron los cuentos donde apareces como la heroína, y las historias de nunca acabar en que te iaginé conmigo...

todo eso se me acabó, y no sabes cómo lo extraño...todo eso se me fue, quizás por que así tenia que ser, pero no lo acepto, no me conformo, no le creo al destino que me haya quitao a la única persona con la que de verdad me sentía completo...te diría mil veces que te extraño pero creo que eso ya está fuera de tu interés; deseo que estes bien, pero no tanto si no es conmigo...si; lo sé, soy un egoista, pero lo admito orgulloso de saber y estar seguro de que te quiero sólo para mí...esto es a modo de despedida, haber si es que así me deshago de una vez de este vacío, de la pena que tengo, por que no entiendo que se acabe esto....te lo dije una y m il veces, y lo sigo diciendo, más seguro que nunca de lo que siento; te amo, como jamás me había pasado...cuídate...te extraño...ojalá, aunque sea una que otra vez me extrañes como yo lo hago...ojalá aunque sea una vez en el mes, te encuentres a tí m isma a punto de tomar el teléfono y llamárme...ojalá te cueste dejar de pensarme...

Tuesday, November 07, 2006


Hablando juntos

La conoció trabajando. Le besó la simpatía a lo lejos y se acercó con miedo al sabor del rechazo. Juntos se rieron de los que se rien de ellos; ella le hablo de su devosión por la religión de no seguir religiones, el le comento de su afición por pensar más allá de la superficie en todo. Juntos, con los ojos, se hablaron de comerse a besos, y ella reía con aquel payaso camarero. Juntos, con la ciudad en ellos, hablaron de quienes también hablaban de ellos, endulzaron con cafe las risas de los chascarros y fumaron mil historias de amores pasados. Sus puntos de vista hicieron el amor antes que ellos, y la fiebre del primer beso se hizo fuerte en la esquina del suceso. Ella le cantaba de su isla amada, de su pasión por enseñar la vida a sus grandiosos pequeños, el la oía mientras sus ojos escribían poemas en el contorno de su hermoso cuerpo, y su lengua recitaba el sonido de lo que a futuro sería un te amo. Viajaron miles de kilómetros por otro beso, lloraron la melancolía de la mirada fuera de alcance. Ella temía aquel cuento perfecto, el le gritaba corazones latiendo, y mientras más crecía la hoja en que escribían, mas rápido temblaba la pluma en la mano de quien enamoró al antes camarero.

Ellos siguieron jugando a ser un Montezco y una Capuleto, mientras las risas del mundo al que analizaban los acompañaban de la mano. El la ama cada día más, y a ella le falta el respiro cuando el se va. Juntos resolvieron el mundo mientras se unieron, besaron sus ideales y sus formas de noche con alcohol y ganas de versos. Juntos han estado todo este tiempo; juntos se miran al espejo y crecen en la historia del beso esquinado. Juntos han corrido embriagados por la intimidad de su secreta felicidad, se han bebido hasta la última gota de la tentación por ignorar al resto a fuerza de manos, labios y discursos en tono cálido. Juntos en este tiempo han dejado de ser la profesora y el camarero, pues ya saben que en realidad son dos actores aclamados en el reino de los cuentos. Juntos han seguido y quieren seguir, él para hacer su rutina de enamorado payaso; ella para enseñarle más del mundo en que vive, y así poder un día abrazarlo y no soltarlo....

Sunday, November 05, 2006

...no se puede ocultar, el perfume de una flor...
(el que quiera entender que entienda-Mago de Oz)



Bueno...esto decidí escribirlo apropósito de un amor que tengo..es un amor muy especial para alguien más especial aún..un amor...que la vuelve mi hermana, sin importar lo que la sangre a los papeles digan...

Compañeras y complices en el testigo mudo que es el silencio,
se mueven de un lado a otro sin saber a donde van,
nadie lo sabe, es cierto,
pero en ellas la incertidumbre era mayor,
en ellas la amistad llevaba una capa bajo el corazón,
les daba vueltas el canto de algo más y no sabían qué,
Compañeras que bailaron, rieron y comentaron lo que todas comentan,
pero que tenían sonrisas vacías, que opacaban sus ojos al recordar que saliendo el sol debían ser como el resto suponía...
¿hasta cuando esta falsa honestidad? se preguntaban,
hasta cuando las manos ocultas en bolsillos, si estan hechas para acariciar?
volteaban la vista a los mayores,
bajaban los hombros ante el mundo inquisidor,
y sólo cuando se dejaban caer las curiosas estrellas
un beso, de vez en cuando salía de aquel rincón...
Los días no pedían explicación,
pero sí lo hacía su corazón, un amor lejano le daba esperanzas infantiles de futuro en blanco,
mientras el amanecer le recordaba la noche anterior...
y así fueron los tiempos dándole a entender que no era suya la canción que cantaba, que era de otra voz,
que su canción era en otro tono,
que su canción era para otro amor,
y llegó el día que no la enjuició, que le dió fuerzas para dejar de lado ese beso del rincón,
llegó el día en que sus manos dejaron los bolsillos y se ataron a lo real que habita para otros en la irrealidad,
llegó el coraje que la ayudó y le enseño por fín su canción...
llegó el momento en que abrió los ojos, y como nunca, todo en su entorno brilló,
llegó el momento...en que ambos comprendimos de qué se trataba tu amor,
y ese día, es aquel en que de verdad tu felicidad nació...


Creo que es poco lo que puedo decir...te quiero mucho y lo sabes..sigue así, hoy eres mejor que ayer y peor que mañana...te deseo de verdad lo mejor de todo, eso es y será parte de mí felicidad también...besotes te kiero mucho chau!!!
bueno...heme aquí de vuelta...hace rato que no escribía...la verdad es que me faltaba inspiración y el otro dia que me disponía felizmente a escribir PAF! amanecí con amierdalitis...tenía algo que ya parecía algo así como una segunda cabeza en la garganta, y con el solo intento de tragar saliva me dolia todo....mal...estuve tres días así y sentí que fue una eterniad...mas encima, me fuí a atender a un nconsultorio y descubrí lo maravillosa que es la salud pública de mi país...QUE WEA MAS COMO EL HOYO!!!! veía señoras esperando, con cara de que ya taban muertas hace rato pero como que nadie lo había notado...no faltaba porsupuesto la guagua que llora y llora y la mamá que le celebra las pelotudeces, mientras que la hijita mayor mira a todoel mundo así como..."¿oye tú estás enfermo y yo no jajajajaaa"...¬¬ me daba vueltas todo, me subía la fiebre y la famosa guagua no encontró nada mejor que hacer que chillar...y mientras más chillaba, su cara se iba volviendo pura boca y aparecian mas dientes y mocos, y la mamá que no paraba de ver el matinal del 7, muy desconectaa del mundo...ya veía que al caballero del al lado le daba un paro de la pura rabia con la guagua que nunca se callaba y que (aun) seguía chillando. Como si todo esto fuera poco, cuando por fin me atendieron, vale decir cuando ya me vieron lo suficientemente mal y dijeron, "ok ya está mal, le toca", me hicieron pasar a un "box", que no es más que cuatro cortinas con una camilla al medio, y la enfermera después de tomarme la presión me deja ahí...sin decir palabra alguna..onda...ya, si buena presión..chao...

Llegó el doctor, me metió un "palo de helado" en la garganta, así como pa hacerme doler harto la pseudo amigdala que tenía (ya era otra forma de vida esa wea) y así como si nada me dice "te vamos a pinchar". No es que me den miedo las inyecciones pero, ¿soy yo o es bien incómoda esa wea?..pues claro, como a mí siemre me pasan las cosas que a los demás no, la enfermera (una señora con cara de abuela de militar y los cachetes muy rojos) me dijo "ya, bajate el pantalon y te pones boca abajo" Y CLARO LA VIEJA PELOTUDA NO AVISÓ Y ME DEJÓ LA CORTINA ENTREABIERTA MIENTRAS ME BAJABA EL PANTALON!!!!

todo esto, lo viví para que después el "doc" me dijera, te vas a seguir sintiendo mal como por tres días más...TRES DIAS WN!!!!! PA QUE CHUCHA SIRVE LA WEA DE PINCHAZO ENTONCES!!!??...

resulta que ahora, como si fuera poco, como ya toy medio sano la wea no ta bien po, algo más me tiene que pasar, entonces ZAS! me empezó a doler la muela...cmo cualquier persona normal pienso "voy a ir a la farmacia y me voy a comprar algo pa esta wea" pero como no podía venir sola la promoción de mala raja, cuando fuí a comprar me di cuenta de que se me perdió la tarjeta...no será como mucho? puta mejor mañana no salgo de la casa wn...quizás si salgo me tomen preso por que se mato un camello en australia o no peor aún quizás me cae un avión encima...en una de esas justo ponen una bomba en el metro y explota justo cuando toy pasando sobre ella...ya no me extrañaría...bueno...eso..necesitaba descargarme...cuando pueda escribo algo más...cuerdo...bueno en too caso escribo si es que estoy vivo...y no toy preso, o si no toy de rehén de los chihitas del sur de Afganistán por que me aresco a un terrorista gringo..quien sabe que weá más me pede pasar...ya, cambio y fuera.

Sunday, October 15, 2006

Hace cerca de una hora que intentaba dormir, pero la verdad me resultó inutil..hay algo que llevo dentro y que no lo puedo contar...algo que no puedo decir ni aquí, que es mi supuesto espacio donde puedo decir, hacer y escribir lo que quiera...al parecer, inevitablemente terminamos siendo escalvos de alguna restricción a la hora de expresarnos...

Al parecer, también terminamos siendo esclavos obligatoriamente de algún sentimiento dañino...sere yo acaso el que está mal?, será que estoy un poco loco y que nadie más en el mundo ha sentido lo que yo siento o ha pasado por lo que estoy pasando? Llego en ocasiones a sentirme mal...creo que etá mal que sea así, tan egoísta, tan egocéntrico...¿por qué? me pregunto...¿por qué si no fuí criado de esta forma soy así? llevo dentro la pesada carga de la culpa, la amargura, de la oscura envidia y el desespero de querer sentir que es normal, que a todos ocurre...necesito la palmada de quien me diga "está todo bien, a todos nos pasa y sólo es una etapa más que todos tenemos"...¿será que acaso me duele ver que soy un agente pasivo en todo esto, que soy impotente ante lo que ven mis ojos? no sé, y la verdad es que no tengo una respuesta..no vine aquí a escribir para responderme a mí mismo sino sólo para encontrar quizás un poco de paz al desahogarme y así tal vez conciliar el sueño...quisiera en este segundo irme, desaparecer de esta realidad, dejar atrás todo y estar donde quiero estar...donde necesito estar..siento que me llama cada vez más fuerte algo desde afuera y no sé bien que és...pero lo escucho, está ahí, y de sólo pensar que se puede ir sin mí siento terror...

Aún no voy en la mitad del cigarro que encendí y ya escribí todo esto...apenas una ínfima parte de todo lo que podría seguir...es que acaso algúno de los que lea esto no sentirá que lo estoy representando aunque sea un poco con lo que digo? o estaré siendo quizás demasiado ambiguo?

Será que no estoy hecho (como pensé hace algunos momentos) para establecer vínculos? necesitaré ser solitario y mantenerme aparte de las vidas que me rodean para así no pensar más allá de lo saluable, en lo que tengo que enfrentar?

Como ya dije, las respuestas se que no las encontraré aquí y ahora...sólo espero hallarlas algún día...sólo espero que esten ahí, donde creo que estan, lejos, en otro lugar, donde voy a ser un perfecto desconocido, donde podré ser quien soy, sin llevar dentro la profunda carga de la envidia, la desazón y el miedo sin razón...quiero dejar de lado el ego, dejar todo lo que no necesito aquí, y partir, para quizás algún dia, lejano eso sí, volver a ver las caras de hoy con otros ojos, otro pensamiento, otro yo...en definitiva, para ver a quienes veo, con las ganas de saber apreciarlos sin quedar otra noche más en vela por sentir que no estoy donde debo.

Saturday, October 14, 2006

En esta oportunidad me siento con una sensación extraña frente al computador...creo que se qué quiero escribir...pero no sé como es escribirlo...y no es que no tenga las palabras, sino que no quiero en caso alguno ser predecible...pero, ¿cómo no ser predecible cuando se habla de extrañar y amar a alguien? Por cada idea o pensamiento que tengo, debe haber la historia de mil poeas que lo pensaron antes de mí...quiero llegar a escribir algo que jamás antes se haya escrito...que revele fielmente lo que siento dentro mío, que refleje con exactitud lo que veo cuando cierro los ojos y pienso en ti...¿sabes?, no se bien por qué, pero te siento cercana en otro lugar...como si tu y yo estuviésemos en una colina, de una arena en tonos de rojo furioso...veo tus ojos brillar, pero no por la luz, sino por quien llevas dentro de se envoltorio perecible y maravilloso que es tu cuerpo...siento de lejos el ruido de un mar que no se ve, con olas que no revientan y espuma que no se acaba. A lo lejos, se que está el sol, pues alumbra nuestra colina, pero sólo hay brillo en el, nada mas que brillo sin un punto de arranque...algo asi como si fuera una nube en ves de lo que es...miras al hoizonte, sonriendo, mientras algunos pelos juegan a engancharse en tus labios y otros siguen obedientes la dirección del viento.Tus pestañas infinitas en mi admiración, enmarcan tus ojos perdidos en el límite de nada, y a tu lado, tomando tu mano, estoy yo. Pareciera un sueño, pareciera una realidad palpable en ocasiones, pareciera ser el lugar ocultoque tenemos ambos para el amor...no hay otros, no hay distancia, no hay trabajos ni precauciones...

De un momento a otro, siento que me he vuelto otro más de aquellos perdidos en el amor; que han buscado por miles de sueños la capacidad de descifrar qué es esto. De un momento a otro, siento que me llevaste de la mano a donde no hay más que tú, donde tus labios son el lugar en que duermo, y tu sonrisa es la luna que me cuida mientras descanso...ya lo dje una vez, y lo diré las veces que sea necesario; soy un amante el amor, un amante de las flores en la puerta de la casa, de las llamadas que sólo portan un "te amo", de los cariños observados, de tus dedos en mi cara y tu boca en mis labios...soy un feliz de profesión, que no busca más que seguir en esto de los dos.


Mientras escribo, nuevamente soy acompañado por mi fiel cigarro, y aquella indiscreta luz que conoce todos nuestros secretos. mientras mis dedos obedecen a lo que mi corazón ve, mi cabeza piensa infinitamente en qué estarás haciendo; te recrea una y otra vez con toda la belleza que puede, aunque no alcance a reproducirla toda, pues sólo en tu persona está y nada más, ni siquiera un espejo la puede retener en un cien por ciento...

No es esta una decalaración de amor. No es tampoco el delirio de un tonto enamorado. Sólo es un segundo de sueño despierto, en uno de los dias de todo el tiempo que me queda por amarte sin parar, y por supesto, sin dejarte de soñar.

Wednesday, October 11, 2006

cuanto eres capaz de sentir?

Aveces, en las noches en que no puedo dormir y me encuentro frente al computador, con un cigarro en la mano y aquella luz discreta que jamas me abandona; me pregunto si existe acaso un límite para las emociones, si es que existe algun tope, alguna marca (así como en las piscinas) que diga "hasta aquí se puede sentir, nada más"...muchas veces he sentido furia, y la he sentido con una magnitud tal que siento que en algun momento voy a reventar...sin embargo, no es de sentimientos como la furia de los que quiero hablar, sino de ese viejo amigo que aveces golpea duro, ese viejo que nos puede llevar a la locura, a replantearnos nuestra propia escencia, a intentar ser otros e incluso a dejar todo lo que hemos soñado por cumplir con el...me refiero al amor...existirá un límite para el amor? No lo digo desde el punto de vista de lo que los demás digan, sino de lo que uno siente que debe y que puede hacer..habrá alguna marca dentro de nosotros que diga "más allá de esto no puedes amar"?

Cómo es que en ocasiones podemos llegar a sentir que la vida pierde sentido si es que no esta quien se ama? Creo que más de alguien, si es que lee esta reflexión, podrá entender a lo que me refiero...esa sensación de dolor en las entrañas cuando la persona no está; el nudo en la garganta que, sólo por que aún tiene algo de misericordia deja pasar un poco de saliva.. y las veces en que estando con ella o él, sientes que quieres gritar de la felicidad, que si no lo haces vas a reventar literalmente, y que nadie en el mundo puede sentir algo como lo que tu sientes..

En definitiva, creo de verdad en que es precisamente el amor el que mueve casi todo en este mundo, y es el amor a una persona, o el querer amar y ser amado por alguien lo que hace que la vida de cada uno tenga su propósito, por que ¿qué más puede ser tan fuerte como para llevarte a cumplir toda una vida esquemática, en ocasiones haciendo lo que no quieres o incluso arriesgando tu propia vida para que la o el otro este bien?

Por supuesto que hablo sólo del amor de pareja, quizás en algún tiempo más, cuando tenga en mis brazos a mi primer hijo o hija, entenderé cuan fuerte es el amor a esa criatura. Pero por ahora es aquel amor hacia otra persona el que me mueve...yo debo confesarme un enamorado...pero amo a dos....por un parte, hay una mujer que no creí jamás que hubiese nacido; una de esas personas que le da otro sentido a tu día completo, y que con el solo hecho de recrear la belleza de sus ojos o el sonido de su risa, te hace latir el corazón casi con furia...no sé si es que allá arriba existe un Dios, pero si es que lo hay, creo que me premió con lo mejor...

Por la otra parte está mi otro amor, que es precisamente el mismo amor...me declaro un enamorado del amor, un amantte de todo lo que ese sentimiento encierra y que a tantos hombres en la historia ha robado el sueño y regalado inspiración. Soy un enamorado de todos los poemas, de las cartas, de los sueños y proyectos, de los atardeceres en compañía y de las conversaciones viendo la puesta de sol...doy la vida por un beso cuando amo, y no me arrepiento ni averguenzo en decirlo, pues aunque alguna vez se sufra, siempre a la vuelta está quien te regale una vez más el brillo de los ojos, la saturación de latidos en el pecho y las ganas incontenibles de gritar a todo el mundo que vives cada día pronunciando, soñando, deseando y queriendo un poco más de aquella droga, de aquel viejo amigo, de aquella "enfermedad del siglo" que encierra la palabra..AMOR.

Saturday, September 30, 2006

Te levantas, te duchas, tomas el mismo desayuno (si es que alcansas), preparas los ultimos detalles, ves si es que llevas las llaves y te vas....las mismas caras te esperan, reconoces por ahí al tipo que toma el mismo transporte a la misma hora que tu, no lo saludas; te bajas, llegas a tu lugar de trabajo (sea el que sea), ahi estan las cosas, todas iguales, esperando por ti...terminas en la tarde, hacer un par de bromas con tus compañeros y te vuelves a tomar el transporte de regreso a casa. Llegas de vuelta, te tomas algo que te recupere y te diga "hey tranquilo, estas en casa". Lees algo a la rápida, ves un poco de tele y te acuestas para cumplir con la rutina de mañana...

Cuándo pasó esto? , cuándo nos volvimos partes de una gran máquina?, cuándo dejamos de ser lo que imáginabamos y lo postergamos por nuestra obligación de ser útiles? Personalmente, siento que cada día soy un poco más "máquina", y un poco menos humano...cada día que pasa siento un poco más que los sueños que llevo dentro están lléndose poco a poco a ese gran lugar depresivo que se llama "caja de recuerdos"...cada día siento que me acerco un poco mas al gran día final en que, entre arrugas y ojos lagrimeantes mire hacia atrás y vea lo que no cumplí...siento desesperación al ver cómo mi cara dia a dia tiene mas rasgos de "ciudad", de micros, tacos, enojos, preocupaciones, pegas, flojeras...a dónde se fueron los rasgos de niñez?, dónde están mis ojos de risa, o los pómulos con sueños...dónde quedó esa comisura de los labios que siempre estaba manchada, de manjar, helado, chocolate...dónde quedo el brillo de los ojos, que se movían de un lado a otro admirados cuando llegaba en bus a la entrada de coquimbo y veía majestuosas sus luces....en qué momento de la vida dejamos atrás ese ser maravilloso que éramos y tomamos la carcasa de la parte funcional, la máquina fria, con ocupaciones, sin tiempo para llamar a los que ama y con un enojo permanente...?

Qué parte va a dominar cuando llores a tus padres?, acaso podrás volver a ser ese que se ahogaba y no podía hablar por lo sollozos?...o los veras ahí, entrando en el suelo y uniéndose a la tierra mientras por tu cabeza pasa el recuerdo de lo que debes hacer depués de eso?; serás tú quien les lleve flores aveces, o será tu pareja, que lo hace por que te ama y por que ellos eran buenos suegros?

Quiero volver a sentir cosquillas en la tarde, cuando veo que la persona que me gusta me pasó a buscar, que le miré los ojos y que me sentí enamorado por que es linda de cara...quiero hacer piruetas frente a ella para impresionarla y que me vea mientras sonrie con un diente menos...ese que perdió anoche y que el ratocito le cambió por 100 pesos...quiero volver a ser el empresario que fuí, dueño de una gran fábrica de tortas de barro al borde de la playa...quiero sacarme la cresta en bicicleta y estar a las dos horas andando denuevo y practicando la misma pirueta...quiero volver a quedar sin explicación que dar cuando vea que el viejo pascuero me trajo exactamente lo que yo quería...(nunca supe cómo lo hace. Tuvieron que mentirme como a todos y decirme que ya no existía).

Quieres que mañana sea distinto?, o prefieres los mismos acordes para seguir bailando al son de los otros? quiero mirarme al espejo y volver a ver mis dientes grandes de risa, mis labios sucios de tarde jugando y mis ojos llorosos de rodilla pelada...quiero volver a acostarme sintiendo que mi día no se va a repetir y que lo usé bien, que lo usé para lo que es; que le exigí a mi cuerpo que me diera juegos, y que por sobre todo, mañana tendrá que estar bien, por que me quiero levantar a "tragar" desayuno, mientras preocupada mi mamá dobla la ropa y se rie al verme pasar en desesperada búsqueda de mis amigos en la calle....quieres tú también eso? o estás conforme con lo que eres y no extrañas la seguridad, la inocencia y el placer que sentías cuando tenías los ahorros para comprarte ese caramelo que no te dieron...quieres que mañana sea todo igual?, con sabor a cemento, humo y teléfono sonando?; quieres levantarte con una arruga más, por que hace un minuto debieras haberte levantado?...

Te levantas, te duchas, tomas el mismo desayuno (si es que alcansas), preparas los últimos detalles, ves si es que llevas las llaves y te vas...

entre lo que pense por tí desde ayer a hoydía, escuchaste lo que te escribí?

Wednesday, September 27, 2006

El mar sonaba tranquilo, las olas poco a poco llegaban un tanto mas cerca de sus pies, mientras, en su mente los recuerdos también avanzaban, y le hacían recordar cada momento de lo que había vivido. Sus tardes en familia, las veces en que ambos disfrutaron del paisaje, mientras planificaban sus vidas y se soñaban juntos, con hijos y un maravilloso hogar. De ves en cuando el sonido de alguna gaviota la distraía, la llevaba de vuelta a la tierra, pero bastaba solo un suspiro para caer nuevamente en el torrente de recuerdos. En su interior, las sensaciones daban vueltas en un juego eterno, y a cada momento que pasaba, la rabia, el dolor infinito, la angustia y el vacío se apoderaban de todo lo que antes, hasta hace sólo algunos momentos había sido ocupado por el más puro de los amores.

Recordaba el día de su casamiento, la larga cola de su vestido y las risas de sus pequeñas sobrinas que iban de un lado a otro con sus abultados vestidos, indiferentes al mundo, pero envueltas en su juego. Recordaba las miradas de todos quienes ahí se encontraban; el llanto de su madre y el orgullo evidente de su padre. Por segundos volvía a experimentar la emoción y el nerviosismo que aquel día de ella se habían apoderado. Por segundos, hasta recordaba como tuvo que hacer una mueca al mirar hacia las majestuosas puertas del templo, que parecían las del cielo al dejar pasar la luz blanca, casi pura, del día que afuera aguardaba su salida.

Recordaba la noche de bodas, y recreaba las sensaciones de aquellos interminables momentos en los que él le hizo el amor hasta el amanecer. Las lágrimas comenzaron a salir, sin respetar las ganas que tenía de mantenerse firme. La luna se volvía acuosa a su vista, y las estrellas ya no eran perceptibles como recién. El agua ya tocaba sus pies, le acariciaba los tobillos una y otra vez, incansablemente, como queriendo recordarle que se encontraba en el borde, en el límite entre el cielo, la tierra y el mar; y que estaba ahí por un propósito, por un motivo, una razón. El olor de la brisa la trajo de vuelta un vez más, sacándola de su estado casi inconciente, golpeándola fuertemente con la realidad.

Las lágrimas se fueron, ya no estaban ahí, habían caído para siempre, dejando tras de sí la huella del dolor que ella sentía. Poco a poco dio el primer paso, respirado hondo, concentrada como un artista de circo en su prueba máxima. Lentamente apareció la punta de su pie, luego desaparecía esta para dar paso al otro, y así sucesivamente hasta que el agua ya le llegaba hasta las rodillas mojando el borde de su vestido, e incluso en algunas oportunidades, con ayuda del viento, lanzaba algunas frescas chispas de espuma sobre su cara. Se detuvo, y repasó nuevamente la escena: su amado esposo desnudo en la cama que ambos habían elegido, gimiendo suavemente, al igual que en la noche de bodas, y con cada mano sosteniendo la cintura de otro cuerpo, alguien ajeno, que no tenía por que estar ahí, menos en las condiciones que estaba. Los vio por minutos, prisioneros del placer, frotando sus pieles mientras el se apoderaba de sus pechos marcándolos tiernamente con besos.

Por momentos se negó a creer lo que estaba viendo, cerraba los ojos y los abría una y otra vez, esperando abrirlos y encontrar la cama hecha, estirada tal y como ella la había dejado en la mañana, sin embargo los dos amantes seguían ahí. El cuerpo de la mujer amante se movía en oscilaciones breves, suaves y elegantes, como una serpiente hipnotizada con la suave melodía de su amo. Los alientos de ambos se unían en cada beso, y los movimientos se acentuaban cada vez más, en busca de llegar a un punto culmine, extremo y de entrega total.

Lo que ella veía era horrible, sin embargo más inaguantable se volvió cuando la dirección de su vista cambió hacia el espejo que había a un costado de la cabecera de la cama. Aquella cara, el rostro de la mujer que le había destrozado la vida, el corazón y el orgullo, se transformó rápidamente en una figura conocida, familiar. De pronto, al reconocer de quién se trataba, el impulso de un grito le subió por la garganta, con una fuerza tal que tuvo que llevarse las manos a la boca para evitar ser delatada. Su hermana se encontraba viviendo el rol protagónico de aquella historia, su compañera en todos los juegos infantiles, era quien ahora gozaba y se movía groseramente en busca del mayor placer.

Ya no podía ver más; había constatado que era real, que su amado era ahora amante, que las caricias y besos no eran exclusivos, que su poder seductor de mujer se había visto superado por los encantos de otro cuerpo. Lentamente y sin dejar de mirar se alejó de la puerta, dando pasos hacia atrás, negando con la cabeza lo que veía, y con la garganta a punto de explotar a causa del nudo que tenía dentro. Sin darse cuenta golpeó el jarrón de cristal que adornaba el pasillo, aquel jarrón que con tanto amor fingido su propia hermana le había regalado. Esa fue la señal para huir. Salió corriendo escaleras abajo, casi sin poder sobrellevar la velocidad que alcanzaban sus pies. Las lágrimas estorbaban en su frenética búsqueda de la salida. Tomó las llaves del auto y sin vacilaciones echó a andar.

El agua ya le tocaba los muslos, la acariciaba mientras con la corriente la invitaba a entrar cada vez un poco más. Estaba más tranquila. Ya la luna había recuperado su forma normal y el canto de la espuma había tranquilizado los latidos de su corazón. Ahora veía todo de otra forma, casi en un estado de inconciencia; ahora su mente la llevaba a otros lugares, a otros recuerdos, pero con la determinación a flor de piel. Seguía caminando cuando las luces de un vehículo la iluminaron desde atrás. Seguía avanzando cuando oyó las voz de su esposo gritando una y otra vez su nombre, con la vaga esperanza de poder detenerla en su caminar. El agua le llegaba al pecho, y ahora ya no eran chispas sino una carga grande de espuma la que le llenaba los ojos y la boca. Aún así, dio la vuelta y vio la figura de los dos amantes, enterrados por su arrepentimiento, destruidos por el dolor y por la culpa de la traición.

El último paso la liberó; su cuerpo se despegó del suelo y tiernamente se dejó llevar por la fuerza de aquel mar posesivo que ahora era su dueño. Sintió como el agua entraba por su nariz, cómo se apoderaba de su garganta y como, poco a poco acababa con la luz de su vida.

El mar bondadoso la había ayudado a hacer su retirada del juego. El mismo mar se convirtió en castigo para la hermana traidora que primero entró con el fin de rescatar a la víctima de todo el cruento juego; y luego terminó por acompañarla a donde fuese que su alma se hubiese ido. Mientras la muerte se llevaba a las dos hermanas, el amante observaba todo, sin atinar a hacer más que llorar. Mientras el mar acariciaba ahora sus tobillos, la luna se hizo acuosa a su vista, las estrellas desaparecieron, y lentamente comenzó entre sollozos, a recordar las tardes familiares, la luna de miel, y los proyectos que tenían.

Tuesday, September 19, 2006

Reporte (parte III y final)


Era todo o nada; su pistola estaba llena, y antes que morir acribillado prefería al menos llevarse consigo a alguno de aquellos asesinos, aunque fuera sólo uno de los muy malditos.
Cautelosamente y aprovechando la oscuridad, tomó su revolver, rezó apenas el inicio del Padre Nuestro, volteó y disparó.
Dos cosas acabaron por desvanecerlo: las gotas de sangre que le llenaron la cara, y la luz que se encendió justo en el momento en que veía a su enemigo frente a frente. Sin embargo, la imagen de su supuesto asesino se vio terriblemente distorsionada cuando reconoció la cara sorprendida de un niño; no debía tener más de doce años, y la delgadez de su cuerpo hacía grosero contraste con el grosor del arma que sostenía. Los ojos de sorpresa del muchacho se llenaron de un opaco resplandor al mismo tiempo que caía al piso, con la boca abierta y la mano libre del arma sosteniendo a la vez otra pequeña mano perteneciente a una niña, aún más frágil que aquel muerto ahora desmoronado, y con la boca llena de un grito ensordecedor.
La luz dejaba ver el trágico cuadro, que también observaban los asesinos vestidos de soldados. La cabeza del que fuera un cazador de fotografías, terminó de estallar en locura cuando miró a su alrededor esperando la racha de balas que le quitaran la vida, y observo la bandera de su nación en los brazos de cada uno de quienes lo rodeaban en la sala. Eran salvadores después de todo. Los papeles habían cambiado, y ahora el asesino que provocó terror era él. Su corazón estaba tranquilo, palpitando a un ritmo normal, como si la muerte que había provocado hubiese bastado para callarlo. Era su cerebro el que ahora quería escapar, teñir de otros colores el lugar y volver a estar en la estancia de su abuelo, fabricando más recuerdos.
No recordaba cuándo había caído en el sueño, pero de apoco se percató de que ya no estaba en el cuarto oscuro, sino rodeado de un gran espacio blanco, como el cielo en que le enseñaron habitaba Dios. Había ruido de puertas y tacones, además de olores de algodón, flores, cloro y sopa. El sol le golpeaba la cara en busca de una mueca a la que no se negó, y sus ojos trabajaban afanosamente en descubrir qué era aquel lugar.
Cuando intentó enderezarse de su cama, un solo hecho le llamó la atención. Sus brazos, sus fuertes brazos estaban amarrados; y no solo eso, sino que amarrados de forma cruzada a los costados de su cuerpo; todo esto reforzado por las costuras y largas mangas de la camisa que llevaba.
Ahora era él quien llenaba su boca de gritos, era él quien quería caer con un hoyo en la cabeza al suelo. Quería poder volver a estar ahí, en el oscuro sótano, con los perros rabiosos vestidos de soldados, para salir de un rincón corriendo y gritando y así llamar a su muerte. Una y otra vez los ojos del niño le asaltaban la memoria, una y otra vez la pequeña le gritaba el terror que sentía.
Ya no podría tener la portada, no podría sacar más fotos, no con las condiciones que enfrentaba, no después de lo que vivió, no después de darse cuenta de que aquel niño no lo dejaría tranquilo; no después de voltear la cabeza y recibir por sus ojos la imagen de su víctima gritándole asesino.

Thursday, September 14, 2006

Reporte (parte II)

El olor a pelo quemado, sumado al nauseabundo aroma que salía de los animales también carbonizados, le hacían aumentar la desesperación por encontrar refugio antes de la llegada de los soldados.
Cuando entró en la casa, que milagrosamente estaba intacta, se dirigió inmediatamente al lugar donde él creyó podía haber un sótano. Por suerte para él, y a pesar de ser en su mayoría construcciones más cercanas al concepto de chozas, la gente estaba acostumbrada a los conflictos bélicos, por lo tanto en cuanto entró por un pasillo encontró una puerta que daba a una especie de pequeño refugio.
Sólo escuchaba dos cosas. Por una parte su corazón que ya parecía gritarle el miedo que sentía, y por otra parte, el motor de los colosos aviones que pasaban por arriba, soltando hombres que en su cabeza no tenían más que una sola cosa: buscar y destruir.
El refugio hedía a humedad, a moho y a algo descompuesto. Un poco más allá se oía una gotera constante, que provocaba un eco insoportable para los oídos del tembloroso reportero. Sentía cada ruido exagerado en su volumen, casi tanto que le daba la impresión de que los soldados podrían descubrirlo sólo por eso.
Mientras aguardaba, recordó las tardes en que jugaba con su hermano a las escondidas, ocupando todo el espacio de la gran estancia de sus abuelos. Recordó cómo siempre perdía por que no aguantaba las ganas de ir al baño, provocadas por la ansiedad y el nerviosismo. Recordó las veces que jugaban con sus amigos en la misma estancia a ser soldados; cómo los tomates que guardaba su abuela eran perfectas granadas, que por cierto agregaban los efectos de la sangre cuando a alguno le llegaba de seco el golpe. Le pareció ver los momentos en que su madre casi rompía en llanto por las condiciones en que quedaba la ropa, o las veces en que su padre se unía al juego haciéndose pasar por el general de todos ellos y les encomendaba una misión antes de entrar a fumar.
Estaba recordando todos esos cálidos momentos, con los ojos casi incrustados en el cerebro de tan fuerte que los cerraba, sintiendo olores, texturas, y trayendo a su cabeza sonidos propios de aquellas mágicas tardes.
De pronto, un golpe sordo lo hizo volver a la realidad. Ellos estaban ahí. Las voces fueron las primeras en bajar por las escaleras y azotar sus oídos con el pesado mensaje del terror. Los gritos eran agresivos, asemejando los ladridos de perros rabiosos, llenos de venganza y con deseos de despedazar todo aquello que se moviera. En la medida en que podía, se desplazó hacia la parte trasera del escondite, justo donde estaba la gotera que según él lo había delatado, y donde había un montón de sacos de algo, que representaban su única oportunidad de salvar. Recordó que en el cinturón tenía su pistola, y extrañamente no aumentó su seguridad sino que lo invadieron las mismas ganas de orinar que desde aquellas escondidas de niño no sentía. La oscuridad le daba refugio, pero, ¿qué haría cuando le encontraran, cuando viera las metralletas apuntándole, y un líder gritándole cómo lo iban a matar? Se dio cuenta de que se acercaban demasiado al lugar donde él estaba; tenía que encontrar alguna forma de desplazarse hacia el otro rincón que ya habían revisado, sino, la muerte lo abrazaría más pronto de lo que creía. Ya no se trataba de salir con vida, sino de alargar la agonía, de respirar por unos momentos más, sabiendo que eran las últimas bocanadas de aire las que entrarían a sus pulmones.

Justo en el momento en que había logrado desplazarse y no llamar la atención de sus verdugos, dio un paso hacia atrás y el frío de un circulo metálico en la nuca lo paralizó. Todo lo que había hecho por salvarse había sido inútil. Todos sus esfuerzos por tener unos segundos más de aire y alguno que otro recuerdo, se desvanecían ahora con la solidez de aquella gélida sensación.

Wednesday, September 13, 2006

Reporte (parte I)

El ataque había comenzado de un momento a otro. No había podido percatarse de qué sucedía ni de quienes eran los que atacaban, sólo veía aviones sobrevolando el lugar y soltando las certeras bombas que al caer sonaban como si un gigante estuviera corriendo en el lugar. A su alrededor, las llamas consumían todo lo que hasta ayer estaba aún construido, y por las ventanas de las casas, los gritos desesperados de quienes se veían atrapados escapaban dejando a sus dueños solos.
Todo lo que había alguna vez conversado con sus amigos, su amor a la labor social que significaba el estar ahí en el mismo campo de con una cámara fotográfica, se mantenía en pie, y no solo eso, sino que se hacía más grande en la medida en que se sentía más involucrado con lo que sucedía. A ratos sentía que el corazón se le iba a salir por la boca de tan fuerte que se agitaba, mientras sus oídos se recuperaban de la fuerte explosión que lo despertó.
Cuando volvió a entrar a la pequeña choza, recogió su cámara que por suerte seguía ahí, como la fiel y dura compañera que no lo abandonaba; recogió a tientas sus anteojos, y una vez acomodados volvió a mirar afuera para tomar valor y salir a hacer su trabajo.
El escenario era imponente, las columnas de humo le hacían recordar el día en que tuvo que cubrir una erupción volcánica, en una perdida isla caribeña. Cuando entendió que estaba perdiendo tiempo valioso, se acomodó en lo que quedaba de una muralla y comenzó a disparar el flash. Las tomas eran fabulosas, estaba seguro de que alguna de sus fotografías era la que saldría en portada la próxima semana, y por supuesto, lograría impactar a todos quienes vieran los horrores de aquella guerra que se sostenía ya por tres años.
Por el horizonte asomó primero un zumbido, él se dio cuenta de inmediato de que algo pasaría y por lo mismo se acomodó en aquella dirección para obtener las mejores imágenes, fuera lo que fuera aquello. El ruido se hacía más fuerte, y ya se estaba transformando en algo ensordecedor, cuando por fin una silueta apareció. Era una mancha, que después tomó una forma más definida, para llegar a ser, cuando se encontraba a unos cientos de metros, un enjambre de aviones gigantes, cargados con todo tipo de misiles y con la altura que necesitaban para liberar a los pequeños insectos que eran los paracaidistas.
Mientras observaba todo esto, el joven fotógrafo comprendió que por más amor que tuviera a su trabajo, no podía permanecer ahí, de lo contrario no habría portada ni premios, y tampoco más y mejores oportunidades.
Se puso de pie rápidamente y con la cámara al cuello corrió al camino donde había aparcado su jeep. Buscaba frenéticamente la llave cuando, en vez de su vehículo encontró una especie de masa de fierros torcidos, humeante como muchas de las casas que le rodeaban, y con algo que se asemejaba a un manubrio saliendo de entremedio.La casa más cercana que podría ofrecerle quizás algún tipo de protección estaba a unos cien metros y en la misma dirección de donde venían los aviones con sus paracaidistas. No había opción, si no lo hacía seguramente iba a ser acribillado por aquellos exterminadores que caían del cielo. Corrió a toda velocidad por entremedio de los cuerpos quemados de las mismas personas que le habían ofrecido alojamiento, curiosos por ver a alguien como él, con toda su apariencia nórdica en un pueblo donde el más blanco apenas si se diferenciaba un poco del color de la noche.

Monday, September 11, 2006

y así es como bailamos,
así es como nos volvemos uno,
para darte lo mejor de nosotros, los cantos de roja masa que albergan algo a tí,
así es como pasan los días sin novedad en la meta que tenemos,
y así es como las gargantas, hinchadas de tanto grito,
cesan en su lamento por verte pasar ante los ojos de mi cerebro lerdo...

Y así es como bailamos juntos, querida mia,
la sorna de este último valz que te dedico,
por que ya mi lánguido pecho no hace sino rasgarse, y mover alaraco sus brazos,
ya se siente viejo y sin ganas, pues el último golpe que dió en él el mar
lo ha enviado a leguas de su amo;
otro náufrago que no responde a los llamados,
otro mas que queda tirado en las costas de tu olvido...

Y así seguimos bailando,
rechinando en el suelo un silbido,
quiere imitar el muy pobre la canción de un trovador enamorado,
y su loka madre lengua jamás le dijo
que no se puede ser lo que no se nace,
así como no se puede amar si es que hay olvido...

Y así sigo ahora sólo bailando,
pues mis amogos se han ido,
la esperanza debía llegar temprano,
la ilusión la fué a dejar,
y aquel viejo amigo que quedaba,
a quien algunos solitarios llaman amor,
ese viejo,
al parecer se enojó conmigo...

Sunday, September 10, 2006

And I, wanna fall from the stars, straight into your arms....

esa es una parte de una canción muy buena ...simply red..excelente...aki estoy nuevamente, preguntándome mil y una veces qué fue lo que paso...prefiero no preguntarme eso pero se me hace inevitable...como también se convierte en algo inevitable el recordar las huellas del pasado, cuando no fuí mas que otra pieza en el tablero de juego de alguien...al final, despues de todo es imposible saber cuando es un juego, o qué es un juego...al final de todo es imposible no caer en juegos de otros, es inevitable ser uno más, un recuerdo, una sonrisa en la tarde de un día nublado, un pequeño raconto en la memoria de alguien cada día mas viejo, cada día mas abandonado a la corriente de vivencias que a todos nos lleva...me pregunto si te voy a ver denuevo como antes, si te voy a poder sentir igual que ayer, cuando casi no me sentía yo al unirme a tí...pero bueno, "así es la vida" dicen por ahí, "así tiene que ser" comentan otros...y yo? yo creo que la vida es la que uno quiere y que uno se hace día a día, pero si es asi, ¿por qué no poder controlar este tipo de accidentes y evitar así el sufrimiento?, es acaso necesario?, por que no se puede aprender de otra forma que no sea entregando todo lo que uno tiene para recibirlo de vuelta estropeado, deshecho y remojado con lágrimas que nunca quisieron caer?...ya no hay pensamientos paralelos en las mañanas, y ya no se que pensarán o sabrán de ti aquellos niños de los que te hablé, la preocupación de que sonrias se la dejo a otro, ya bastantes obstáculos tengo en la vida como para aceptar otro de forma gratuita, y en las noches....en las noches sólo soy otro más que se sienta en su cama con un libro, un cigarro y algo caliente para tomar...eso soy y eso quiero ser por ahora...quiero vivir de lo cercano...ya me cansé de las bromas que me gasta la suerte maliciosamente, poniendo mi corazón en otro lugar tan lejano, ya no quiero jugar más, ya no quiero seguir en esta rotonda eterna de ser "la pieza de juego" de algo o alguien, renuncio oficialmente a ti, a las crtas, a los poemas y a las penas de amor, presento mi absoluta dimisión, sin retractos,,,hasta que nuevamente el amor tenga una táctica para hacerme caer...por ahora, mucho más que transmitir no tengo, mucho más que ofrecer tampoco ya que eso está guardado, ahí, quieto, a la espera de que nuevamnte entre en un juego que no quiero, a la espera de que nuevamente sea un tonto que hace de pieza en este largo y triste juego que es avces el amor...

Wednesday, September 06, 2006

La había visto de reojo cuando estaban haciendo el cambio de andén. Era alta, de largos cabellos y rubia natural, su mirada tenía un dejo despectivo pero a la vez de mujer dulce, tierna y protectora con los suyos. No sobrepasaba los 25 años, si bien la ropa que llevaba era formal, de esas que se ven sólo en las más elegantes oficinas de Santiago. Las curvas del cuerpo eran sensualmente resaltadas por lo ajustado tanto de la chaqueta como la falda que llevaba, y todo el espectáculo que representaba, se veía femeninamente decorado por unos labios de color rosa, que llamaban a besar.

Cuando entraron en el tren final, él se preocupó de quedar en una buena ubicación, es decir, relativamente cerca de ella, y en una posición tal que le permitiera contemplar su belleza sin ser demasiado evidente. La miraba por completo, de pies a cabeza, como si fuera su presa y el fuera el animal de caza; de pronto se sintió como uno de esos animales que muestran en los documentales, acechando, sigiloso y escondido entre la hierba. La escena le hizo sonreír, y mientras eso sucedía ella lo miró, y tímidamente también sonrió. Súbitamente un escalofrío recorrió su cuerpo; aquella belleza, esa mujer ahí en pie le había dedicado una sonrisa, sólo para él; no era para algún otro hombre de los que ahí estaban con sus caras de vacuno aburrido, sino para el, que la adoraba; que de cierta forma ya sentía una rara especie de amor. El sueño lo tenía entre los brazos, pero aún así intentó poner su mejor cara de conquistador. Cuando se dio cuenta de que ella comenzaba a avanzar hacia él, un temblor recorrió sus rodillas, y un nudo en la garganta se hizo presente con tal fuerza que llegó a estremecer su estómago. Sin vacilación alguna, ella siguió acercándose, dejó en el suelo del tren la diminuta cartera que llevaba y le puso ambas manos en el cuello; al mismo tiempo que con cara de pasión descontrolada le pidió un beso, y mil más de aquellos en todo el cuerpo.

Parecía no ser posible; ¡era increíble lo que estaba pasando!, sin embargo la tibieza del aliento de ella invadió su propia boca; las manos le tocaban parte de la nuca y el cuello, y el, un tanto vacilante, posó las manos en su cintura, delgada y firme, exactamente como él creyó en un principio que era. Pronto los besos y las caricias tomaron un acento más exagerado, ella comenzó a besar su mentón, sus mejillas, su oreja; y él sólo se limitaba a sentir cada uno de los besos que ella le daba, mientras en su cabeza subía y bajaba al cielo de pura felicidad. Esa mañana había encontrado al amor de su vida, con ella quería tener una familia, con ella quería hacer el amor cada mañana y cada noche después de la jornada de trabajo. Era ella quien lo recibiría en casa, quien iría con él a casa de sus padres y disfrutaría de eternos domingos familiares. Era ella la que sería su compañía en la vejez, cuando ya no criara a sus hijos, sino que malcriara a sus nietos. Se vio corriendo por la playa, con ella de la mano, las ropas mojadas y la suave espuma acariciando sus pies; así como en los comerciales de margarina que detestaba por lo excesivo de la felicidad que se mostraba. Los besos seguían, y el calor de sus cuerpos se transformaba en una obligada danza entre ambas caderas, que disimuladamente subían y bajaban, como en un baile de cortejo (otra vez se visualizó como en un documental, esta vez danzando para ella). Los ojos incrédulos de quienes les rodeaban se volvían cada vez más grandes, y hasta el último pasajero del vagón miraba con una mezcla de asombro y celos el amor fortuito que acababa de nacer.

De pronto, ella se detuvo, lo miró fijo a los ojos, le dio uno o dos besos más y se volvió a alejar. Antes de que él alcanzara a preguntar que sucedía, se dio cuenta de que ella buscaba afanosamente algo en su cartera, como con urgencia movía las cosas que tenía adentro de aquí para allá y viceversa, hasta que por fin puso cara de “bingo!” y metió casi la mitad del brazo; cosa que resultaba sorprendente para una cartera tan pequeña como la que llevaba. Justo en el momento en que él se disponía a preguntarle qué era lo que sucedía, ella comenzó a sacar de su cartera un palo, un fierro o algo así, y de a poco la expresión de la cara pasó de ser dulce, apasionada e incontrolable, a una expresión fría, distante y amenazadora. Cuando hubo sacado todo el fierro (de unos 60 cm. de largo) lo miró directo a los ojos, le tiró un último beso con un gesto de la mano y, después de tomar cierto impulso le dio de lleno en la frente a su ex amado.

El dolor era intenso, demasiado para su gusto, y de a poco se comenzó a preguntar qué era lo que pasaba con la que hasta hace dos minutos iba a ser seguramente su esposa (ahora lo dudaba francamente). Era tal el grado de aturdimiento que sentía, que no tuvo otra opción que olvidarse por un momento de la belleza rubia, y pensar en el dolor, y en la prueba que tenía…la prueba…LA PRUEBA!!! Abrió los ojos denuevo y vio que la rubia seguía parada donde estaba cuando entraron al tren en un principio; sí se reía al verlo a él, pero no por un amor fugaz ni por simpatía, sino por que desde afuera, lo que se había visto era a un pobre tipo que le sonrió y de a poco cerró los ojos, al parecer de un sueño incontenible, puesto que sólo unos segundos después casi se desploma y como consecuencia de eso se dio un cabezazo histórico contra el fierro de apoyo para los pasajeros. Pero que idiota el pobre tipo!!!- pensó ella- ¡pero que idiota!, soy un pobre tipo!!-pensó él.

Mientras ella se bajaba siguió riendo; mientras el bajaba comenzó a tomarlo con humor, aunque no dejo de lado la sensación de que en algún momento, quizás ella lo besó.