Mientras pensaba en como se sentía con todo lo que pasaba, miraba por el ventanal que había frente a la cama, y apreciaba todos los pequeños detalles. El sol entraba por entremedio de los barrotes de una reja oxidada que se veía ahí al fondo, mientras desde la rama de un arbol alguien le movia la mano en gesto de saludo. Era su amiga, su querida amiga que la venía a ver todos los días a su pieza. Rapidamente se levantó de la cama, se calzó las pantuflas y se dirigió al ventanal para abrir y dejar que entrara su esperada visita. Por un momento los chirridos de los rieles del marco sonaron tan fuerte que con un gesto rápido ambas muchachas hicieron una mueca de dolor y se hicieron hacia atrás. En cualquier momento podían comenzar a sonar los pasos del guardia de pabellón, y eso no era nada bueno: el castigo más suave eran dos semanas aislada en el pequeño cuarto bodega que habia escaleras abajo.
Nada sonó por el pasillo. La amiga visitante pasó primero una pierna y sólo después de sentirse segura de no perder el equilibrio, pasó la otra pierna y apoyó el pie en el piso del cuarto. en cuanto estaba cerrado el ventanal, se dieron un fuerte abrazo y así se mantuvieron por unos cinco minutos sin decir palabra. durante la visita, se contaron todo lo que había sucedido desde que no se veían, hasta el último detalle salía de sus bocas para porse al tanto de lo que les había pasado.
Pasaron así toda la tarde, riendo y llorando, contándose una y otra vez la misma historia de todos los días. Como cada tarde vieron la puesta de sol, y los rayos de luz que iluminaban las embarcaciones de oxidado metal que allá lejos en el antiguo puerto aparecían como una pequeña mancha en un mar naranjo. Como todas las tardes comentaron lo bien que lo habían pasado cuando robaron la torta de chocolate que la abuela de la visitante había hecho con motivo de un cumpleaños. Como cada tarde, contaron los automóviles blancos que pasaban por el frente de las otras dos ventanas que habían en el cuarto.
Ambas se miraban frente a frente recostadas en la cama, una pasaba el dedo por la fría mejilla de la otra, pensando en qué estaría haciendo si aún viviera sola. Se miraban pensando cada una en la otra, hasta que por un par de minutos los ojos de la dueña de casa se cerraron en gesto de cansancio, y al abrirlos notó que ¿se encontraba sola, que su amiga se había ido, como cada tarde, sin depedirse ni siquiera darle un abrazo.
Mientras se cepillaba volvía a mirar el antiguo puerto, difuso en la creciente oscuridad del anochecer, y envidiaba a quienes estaban allá, disfrutando de las fiestas en familia, recorriendo las avenidas y viendo a los mimos y hombres traga-fuego que se apostaban en las rocas iluminadas que adornaban el lugar. Ella quería estar ahí. Se lo había comentado a su amiga cuando la vino a ver en la tarde, y le había dicho que intentaría escapar aunque fuera por esta noche, para vivir por lo menos una vez la sensación de la alegría.
Los veía bailando, riendo y jugando al son de la música, y mientras más los veía más se fijaba en un detalle: ellos la estaban ignorando. nadie miraba a su ventana, ni siquiera por ser la única luz que se viera encendida en todo el castillo. Una vez más la estaban ignorando, y otra vez estaba sintiendo la sensación de querer lanzarse encima de ellos y atacarlos con rabia por lo que hacían. Si tan sólo no hubieran barrotes entre sus dos realidades...
La rabia seguía aumentando.¿Cómo es posible -se preguntaba- que ellos me ignoren si soy la soberana de todo este lugar?, ¡el antiguo puerto es mío!. En su cabeza los recuerdos de la última visita de su amiga le palpitaban con el ruido de la culpa, y de a poco se daba cuenta de que otra vez, como ya desde hacía dos semanas le estaba saliendo algo de la boca mientras tomaba conciencia del peso de sus extremidades. Casi sin orientación, se dirigió a la ventana a gritar insultos contra todos los que estaban en el puerto. Ellos parecían no escucharla, pero sólo un niño, con vestimenta anticuada y en blanco y negro, se dió vuelta hacia ella y comenzó a reir. Ese fue el punto culmine. Comenzó a samarrear con toda su fuerza los barrotes de la ventana por la que miraba tan horrendo espectáculo, hasta que en un momento logró soltar el más oxidado del cemento que lo ataba a la fría muralla. De pronto, un escalofrío le recorrió la espalda: los pasos, aunque lejanos, se aproximaban a toda velocidad por el pasillo de blanco fléxit. Sus ojos dieron vuelta hacia la derecha y enfocaron la ranura inferior de la puerta de su cuarto, recibiendo sólo la luz de neón que parpadeaba como cada vez que la prendían. Comenzó a respirar mas rápido, y a hacer más fuerza. Justo cuando la sombra de los zapatos del empleado que llegaba a su cuarto se reflejó en el piso, logró pasar el tronco del cuerpo por el espacio dejado por el barrote. Miró hacia el viejo puerto, se dió cuenta de que aún era atardecer y que sólo un niño la seguía mirando, apuntándola con el dedo y riendo a carcajadas. La rabia volvió, con tal fuerza que se le marcaron todas las venas del cuello cuando comenzaba a volar, y por entre los barrotes que quedaban aparecia el brazo del empleado que intentaba atajarla. Sintió el vertigo en el estómago, y el descotrol nervioso que se le concentraba en algun punto medio entre su entrepierna y el bajo vientre. Sintió el viento en la cara, escuchó la risa del maldito niño que aún la apuntaba, y cada vez se le hacían más cortos los metros que la separaban del lejano suelo....
Cuando el cuerpo llegó abajo, todos los que circulaban por el jardín quedaron impactados. El auxiliar de aseo, que se encontraba justo al lado de donde la joven cayó, se afirmó con una mano de su vieja podadora, y comenzó a vomitar mientras el corazón la latia con fuerza anormal. Todos sabían que iba a llegar ese día, de algúna u otra forma, notaban que ella mentía al relatar todo lo que veíua desde su ventana; todos sabian qué era lo que le pasaba, y nadie habría podido ayudarla. Su mejor amigo, que se encontraba ahí en el patio justo frente a la pileta donde siempre conversaban, entendió que había sido la imagen de aquél "niño" el que la había asesinado. Lo habían comentado un par de veces, el también lo había visto, pero luego de mucho esfuerzo lo había dejado atrás. Con rapidéz llegaron los funcionarios y cubrieron el cuerpo. Seguramente estaba por llegar el juez a ver la escena.Seguramente, tal y como lo advirtió algúna vez a su amigo, la muchacha iba a saltar sobre el niño, sin importar si es que la castigaban...
Los padres salieron con lágrimas en los ojos. Ella con un pañuelo para ocultar el rostro, él con los ojos fijos en el horizonte, buscando la respuesta a su pregunta, buscando una explicación para entender lo que había sucedido...lo que el doctor les había dicho era insufuciente: ver cosas, producidas por una droga a la cual jamás pudo renunciar, una droga que la había hecho matar a su novio, que la llevó a la adicción y la alejó de la escuela, de sus amigos y de su familia no podía ser la razón de muerte de su amada hija, no era ese el fin que él había soñado, no era ese el final que ella se merecía...
Saturday, November 25, 2006
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