Birmania no es la única dictadura.
Por Pedro Pablo López
Los hechos ocurridos el último tiempo y que tienen relación con el gobierno dictatorial de la república de Myanmar (ex Birmania), han llamado la atención de un mundo que cada vez proclama con mayor énfasis la necesidad del éxito de la democracia en todas las naciones donde aún no se ha alcanzado. Sin embargo, a propósito de esta proclama que muchos presidentes han hecho suyas, llama la atención el hecho de que existan países que, viviendo en plena dictadura (en algunos casos, superan las décadas) no reciban más atención o gestiones por parte de países poderosos que se han declarado e reiteradas oportunidades enemigos de todo lo que atente contra el sistema democrático.
Uno de los casos que sirve de ejemplo, es el que se mantiene desde hace ya más de un cuarto de siglo en Egipto y que guarda relación con el gobierno de Hosni Mubarak. Este político y militar, se encuentra reemplazando, desde 1981, al fallecido ex mandatario Anwar el-Sadat, quien fuera asesinado durante ese mismo año.
La sustitución se ha prolongado ya por más de 25 años y, al parecer, no existen planes de cambio de dicha condición, puesto que hay presentes factores que afirman a Mubarak en su puesto.
A pesar de la condición dictatorial del gobierno, el año 2003 comenzó la configuración de un grupo que cada vez va tomando más fuerza. Se trata de Kifaya (basta), la agrupación que nació con el propósito de protestar en contra de los ataques por parte de los Estados Unidos a Irak y que, con el tiempo, se ha ido fijando los propósitos de manifestar su anhelo de lograr por fin el establecimiento de un régimen democrático en el país africano.
La gran característica de este nuevo organismo, es que cuenta con la presencia de partidarios de todos los colores políticos y religiosos, que cada vez concuerdan más en la necesidad de convocar a elecciones, independizar sus acciones del control proveniente de occidente y por último terminar con el mandato de Mubarak.
El problema para los partidarios de Kifaya, es que por más dictadura que sea, Mubarak cuenta con el apoyo silencioso de Norteamérica, ya que para la administración de Bush, el respaldo que ha obtenido por parte del mandatario egipcio fue clave en su posicionamiento geográfico militar, una vez tomada la decisión de atacar Irak.
Si bien hace ya tres años Kifaya logró consolidarse con más fuerza y emitir una declaración de principios y objetivos; aun queda camino por recorrer si lo que pretenden es efectivamente desestabilizar el gobierno de Mubarak al punto de que sea necesaria la convocatoria a elecciones.
Lo que llama la atención y que es un punto que debiera considerarse antes de alabar las inspiraciones prodemocráticas por parte de cualquiera de las potencias mundiales, es el hecho de que por un asunto de conveniencias, sean estas económicas, militares o de cualquier orden, se eleve la bandera de la defensa de un sistema político en ciertos casos y se guarde en el cajón esta misma motivación cuando no aparece como conveniente o favorable el intervenir en determinadas naciones.
La defensa de la democracia es una iniciativa loable, pero sólo en la medida en que sea un impulso verás, que pretenda velar por el bien de todos y que ayude a terminar de una vez con la totalidad de los gobiernos que escapen al respeto de los derechos de sus ciudadanos. Si dicha motivación se convierte en otra herramienta más para conseguir apoyo político, económico o cual fuera, sólo se rebaja a una mera estrategia, destinada a desaparecer una vez que los objetivos han sido alcanzados, y a echar por tierra las esperanzas y las fuerzas que de a poco toman forma para terminar definitivamente con el flagelo de la dictadura.
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