Tuesday, September 19, 2006

Reporte (parte III y final)


Era todo o nada; su pistola estaba llena, y antes que morir acribillado prefería al menos llevarse consigo a alguno de aquellos asesinos, aunque fuera sólo uno de los muy malditos.
Cautelosamente y aprovechando la oscuridad, tomó su revolver, rezó apenas el inicio del Padre Nuestro, volteó y disparó.
Dos cosas acabaron por desvanecerlo: las gotas de sangre que le llenaron la cara, y la luz que se encendió justo en el momento en que veía a su enemigo frente a frente. Sin embargo, la imagen de su supuesto asesino se vio terriblemente distorsionada cuando reconoció la cara sorprendida de un niño; no debía tener más de doce años, y la delgadez de su cuerpo hacía grosero contraste con el grosor del arma que sostenía. Los ojos de sorpresa del muchacho se llenaron de un opaco resplandor al mismo tiempo que caía al piso, con la boca abierta y la mano libre del arma sosteniendo a la vez otra pequeña mano perteneciente a una niña, aún más frágil que aquel muerto ahora desmoronado, y con la boca llena de un grito ensordecedor.
La luz dejaba ver el trágico cuadro, que también observaban los asesinos vestidos de soldados. La cabeza del que fuera un cazador de fotografías, terminó de estallar en locura cuando miró a su alrededor esperando la racha de balas que le quitaran la vida, y observo la bandera de su nación en los brazos de cada uno de quienes lo rodeaban en la sala. Eran salvadores después de todo. Los papeles habían cambiado, y ahora el asesino que provocó terror era él. Su corazón estaba tranquilo, palpitando a un ritmo normal, como si la muerte que había provocado hubiese bastado para callarlo. Era su cerebro el que ahora quería escapar, teñir de otros colores el lugar y volver a estar en la estancia de su abuelo, fabricando más recuerdos.
No recordaba cuándo había caído en el sueño, pero de apoco se percató de que ya no estaba en el cuarto oscuro, sino rodeado de un gran espacio blanco, como el cielo en que le enseñaron habitaba Dios. Había ruido de puertas y tacones, además de olores de algodón, flores, cloro y sopa. El sol le golpeaba la cara en busca de una mueca a la que no se negó, y sus ojos trabajaban afanosamente en descubrir qué era aquel lugar.
Cuando intentó enderezarse de su cama, un solo hecho le llamó la atención. Sus brazos, sus fuertes brazos estaban amarrados; y no solo eso, sino que amarrados de forma cruzada a los costados de su cuerpo; todo esto reforzado por las costuras y largas mangas de la camisa que llevaba.
Ahora era él quien llenaba su boca de gritos, era él quien quería caer con un hoyo en la cabeza al suelo. Quería poder volver a estar ahí, en el oscuro sótano, con los perros rabiosos vestidos de soldados, para salir de un rincón corriendo y gritando y así llamar a su muerte. Una y otra vez los ojos del niño le asaltaban la memoria, una y otra vez la pequeña le gritaba el terror que sentía.
Ya no podría tener la portada, no podría sacar más fotos, no con las condiciones que enfrentaba, no después de lo que vivió, no después de darse cuenta de que aquel niño no lo dejaría tranquilo; no después de voltear la cabeza y recibir por sus ojos la imagen de su víctima gritándole asesino.

2 comments:

Antonia Fernanda said...

t exo de menos :(
pasalo muyyy bien y descansa mucho

danisti_k said...

~εїз~~~εїз~~~εїз~~~εїз~~~εїз~~~εїз~

hola pastellll

oye bien tragico tu cuento po, que paso con los finales felices???
:(

ya ridiculo un besito y aprovecha estos diiatas que quedan, eso si nunca tanto...

te quiero un poco mucho

~εїз~~~εїз~~~εїз~~~εїз~~~εїз~~~εїз~