Thursday, January 18, 2007


Violador social
A veces, cuando estoy en mi cuarto, acostado y descansando de mis jornadas, me pregunto algunas cosas. Hoy, mientras destruía la casa de un tipo que creyó en mi historia de que necesitaba ayuda, vi el titulo de un libro de su estantería. Se llamaba “La sed del hombre”. ¿ cuál es la sed del hombre?-me pregunté. En el momento la verdad elegí seguir destruyendo con mis amigos antes de que llegara la policía y se acabara la diversión. Acabé con todo cuanto encontraba, incluso me di el gusto de destruir la vida de su esposa cuando la violé. Estuvo bueno. Sentir a esa mujer desesperada, intentando librarse de la mordaza que tenía puesta, moviendo las piernas frenéticamente mientras yo con mis manos tocaba todo lo que poco a poco le iba hiriendo el orgullo y la dignidad. La penetré cuanto quise y pasé mi lengua por todos los lugares que jamás ella podrá olvidar. Sin embargo, esta vez fue distinto. Mientras la violaba, mientras ella lloraba, yo pensaba en esa pregunta. ¿ cuál es la sed del hombre? Mi sed, es la de ver sufrir, la de ser poderoso y la de sentir cómo a pesar de la desesperación, el terror y la fuerza que hacen, mis víctimas no pueden hacer más que quejarse, llorar y aullar al igual que pobres animales. Cada vez que experimento esa sensación, ese torrente de fuerza y poder en las venas, me siento excitado, y no sólo en lo que a sexo se refiere no, sino que también hay algo dentro de mí, una especie de segunda personalidad que me lleva a sentir que estoy cumpliendo bien mi tarea, la tarea de recordar a todos esos malditos millonarios que no son más que personas débiles, iguales a todos y que no son inmunes a lo que hay en su alrededor. No experimento el mismo gozo cuando golpeo a las prostitutas, o cuando pateo hasta la muerte a los borrachos que siempre hay tirados en las calles de esta ciudad. Ahí siento que cumplo con un deber cívico, después de todo, lo que hago es limpiar las impurezas de la urbe, los residuos de la sociedad que tenemos. Cuando se trata de ricos, lo que hago es darles una segunda oportunidad, una nueva partida para sus vidas; después de todo, en la mayoría de los casos, son personas que recapacitan y que se vuelven mejores, al menos comienzan a apreciar más a sus familias.

Cuando la noche ya había acabado, y cada uno de los cinco que componemos el grupo tenía unos cuantos billetes en sus bolsillos, nos despedimos y tomamos rumbo propio camino al hogar. Nuevamente había sido una noche entretenida, con altos y bajos, con policías siguiéndonos y más de alguna persecución. Como cada noche no nos alcanzaron por supuesto.

Antes de seguir escribiéndoles, debo ser más educado y presentarme. Soy Jeff, sólo Jeff. Elegí no tener un apellido pues no quiero que alguien por ahí me identifique. Los otros cinco con los que salgo son Mark, Fill, Dan, Tom y Andrew. Somos los seis amigos que casi todas las noches salimos a dar vueltas por las calles de nuestra querida ciudad, en búsqueda de dos cosas: o basura social, o ricos que necesitan una lección.

Ahora me encuentro en mi cama, cómodo y reposado. Miro al techo, donde se reflejan todas las fotos de cada una de las mujeres a las que he violado. Para algunas personas yo soy un loco, para otras soy un genio (afortunadamente son los menos, me gusta esto de ser exclusivo) para mí, soy único. No soy uno de esos criminales que anda por ahí haciendo de las suyas sin motivo alguno; yo soy de los que hace todo con un motivo, una causa, una razón. Como ya les decía, el hecho de que viole a las mujeres de los más acaudalados (y los no tanto) no es más por placer personal que por un deber social. Si a esos tipos no les pasara nada ¿cómo podrían darse cuenta de que sus vidas son un asco? Oh si, definitivamente, mi actividad es sacrificada y tiene un fin sensato.

No puedo negarles que me otorga placer, ya se los dije, pero sin duda, lo que más busco es que reaccionen. La semana pasada me tocó la casa de quien es el jefe de mi padre. Y vaya que tiene una esposa bella. Por suerte para mi, la mujer opuso mucha resistencia, eso es algo que más me excita. De a poco, cuando le hablaba y le tocaba el cuerpo bruscamente, pude leer el terror en sus ojos. La dilatación de sus pupilas, las venas hinchadas en la frente. Todo indicaba que sentía un miedo incontrolable, más grande que el amor por su marido al parecer ya que, cuando le dije que se quedara quieta o mataba al hombre ahí mismo, comenzó a patalear más fuerte aún, casi llegando a ganarme en fuerza. Mi sed va por ese lado, por el lado de sentirme útil a la sociedad pero a mí manera, de la forma en que a mí más me acomoda. Si al tío de la esquina le acomoda ser útil barriendo las calles por las que camino, me parece bien; en efecto está siendo útil. Pero si el tipo que vive atrás de mi casa cree que es útil por que trabaja en una cantina donde vende alcohol y cigarrillos, además de arrendar a su hija para que cualquier viejo le haga lo que quiere, está muy equivocado. Él no hace aporte alguno a la sociedad. Simplemente se limita a satisfacer el vicio de unos cuantos cerdos que jamás se van a preguntar quién es la chica a la que están penetrando, o si es que ella quiere realmente chuparles los genitales mientras ellos le aprietan los senos. Esos mismos cerdos son los que yo en vez de eliminar, busco para advertirles acerca de la vida que llevan. No serviría de nada que fuera a sus casas y les dijera “oye, sé bien lo que haces y está mal así que debes cambiar”. Lo más probable es que en menos de un día ya me habría ganado al menos un par de balazos en la cabeza. Por eso es que hay que ser más drástico, hay que demostrarles que ellos no viven en una burbuja y que como a todos, las desgracias les pueden ocurrir a ellos también. Sólo por eso es que no siento culpa cuando violo a sus amadas esposas, que por lo demás no saben hacer más que gastar el dinero que los tipos ganan.

Como les contaba, la pregunta que leí en el lomo de ese libro me quedó dando vueltas. Ya les dije cuál era mi sed, pero quisiera saber cuál es la sed de cada uno. Creo que somos pocos los que sabemos cuál es nuestra sed. La sed de los religiosos es la de poder creer y aferrarse a algo que, sin darles respuestas concretas, les permita entender o, en último caso aceptar todo lo que les sucede. La sed de un millonario es la de ganarle al que está en la mansión de al lado, la del ser humano en general es la de trascender. Pero creo firmemente que hay quienes no tienen una sed definida, y esos son los más peligrosos, pues son los que están dispuestos a hacer lo que sea y experimentar cualquier cosa con tal de encontrar su sed. Se preguntarán qué hago yo pensando en eso, pensando en el propósito o la búsqueda interna de los demás. La verdad es que todo lo que hacemos con mis amigos es por lo mismo, por nuestra sed en común de cambiar las cosas, y creemos a ciencia cierta que, dadas las características del ser humano, no hay forma alguna más adecuada de cambiarlas que el método que nosotros utilizamos. Si es que advirtiéramos a todos esos tipos que llevan una vida mala, acerca de su perdición, no sería suficiente, no cambiarían, pues al igual que los niños, los adultos necesitan vivir las experiencias para aprender. Tan cierto es, que la única vez que entramos a una casa y vimos que la mujer que ahí estaba vivía sola y que nosotros habíamos errado la dirección, no le hicimos nada, ni el más mínimo daño, ni a ella ni a sus cosas.

Hoy violé a tres mujeres, tres distinguidas damas de la alta alcurnia de la sociedad, que la noche anterior habían estado riendo con sus amistades, envueltas en fastuosos abrigos de piel y bebiendo champaña a destajo en finas copas de cristal.


Seguramente ninguna esperaba que le sucediera lo que pasó, pero así es como tiene que ser, ya que mientras ellas disfrutaban de sus tragos y su música, los respectivos maridos se hallaban en una casa inserta en los suburbios, con los pantalones abajo y eyaculando en la cara de muchachas de no más de 16 años. ¿ que yo soy un criminal? ¡Al carajo!, lo que yo hago es cambiarles la vida y en la mayoría de los casos hacerla mejor. Seguramente los tipos van a dejar de frecuentar esos lugares y se irán a otra ciudad o darán un notorio vuelco a sus costumbres. Incluso considerando lo que hago, se puede decir que soy piadoso, y benevolente, puesto que para hombres que hacen eso lo que debiera hacer es matarlos y punto, sin embargo les doy una oportunidad. Eso sí, si es que después de todo, aún no cambian, claro que se ganan un buen balazo, y claro, no sin antes una media hora de prolongada tortura. Pero son muy pocos los que no cambian después de ver cómo le hacemos a sus mujeres lo que ellos hacían unas horas antes y con pequeñas muchachas o prostitutas malolientes. Lo único que los diferencia de nosotros después de todo, es que para hacer lo que hacen, ellos pagan.

Sigo en mi cama pensando en todo esto, sigo dándole vueltas al asunto de la sed. Creo que si alguien no tiene las ganas de hacer algo específico en su vida, si no tiene la motivación de hacer una actividad determinada todas las mañanas cuando se levanta, potencialmente se está volviendo un peligro. Desde el momento en que alguien no sabe que hacer, comienza a buscar qué es lo que puede llevar a cabo, y claro, ahí es cuando surge el riesgo de que aparezcan criminales que asaltan bancos, violadores sin sentido alguno que no sea el ver sufrir, o abusadores de pequeños que no tienen idea de qué esta pasando, con suerte tienen claro qué es lo que les meten por quién sabe donde.

Definitivamente se que lo que hago puede ser criticable para muchos. Pero yo me siento orgulloso. Estoy dando un servicio a mi comunidad. Las mujeres superan el trauma, después de todo no las maltrato físicamente aparte de un par de bofetadas cuando no se quedan tranquilas. Generalmente, tiempo después de que han sido violadas, con su marido ahí presente, dan un vuelco a su vida y se hacen personas más sensatas. Todo eso es lo que me indica que lo que hago esta bien. Soy algo así como un mal necesario. Junto a mis amigos, hacemos el trabajo sucio que nadie quiere hacer, pero que todos en algún rincón de su mente, tienen claro que debe ser hecho.

A quien lea esto le digo francamente: ¿no tiene acaso una coherencia mi discurso?, ¿ no les parece hasta cierto punto que lo que hago, mal o bien dependiendo de su juicio, sin duda introduce un cambio en la vida, y devuelve a aquellos que se creen omnipotentes un sentido más humano que quizás habían perdido en su totalidad?

Muchos se preguntarán por qué una violación y no un simple robo, una golpiza o algo por el estilo. La respuesta es simple. Un robo despierta ira, pero sólo eso. La sensación de fragilidad no perdura y finalmente quien sufrió el ataque termina volviéndose una ostra, desconfiando de todos y luchando por ganar más dinero para tener más medios para gastar en seguridad. Pero en ningún caso se les ocurre hacerse un autoexamen. Una golpiza, conlleva a casi los mismos efectos del robo, quizás incluso lleva a ser más violentos a quienes la sufrieron, contratan más seguridad para sus mansiones y al final, tampoco los lleva al análisis de sí mismos. La violación es distinta. Cuando un hombre ve que a su mujer la violaron, y ante sus propios ojos, se siente vulnerable. Probablemente su primera reacción sea la de llenarse de sistemas de seguridad, pero ahí dentro suyo, queda algo, queda esa sensación de que las cosas no volverán a ser como antes, y de que tal como a ellos les duele eso, a quienes ellos dañan les duele sufrir las consecuencias de sus fechorías.
En cierto modo, los deja en un estado de trance que de a poco se vuelve en una concepción de su vulnerabilidad, y en la mayoría de los casos revive el amor y la cercanía con los suyos. De a poco el hombre siente que no pudo cumplir con su papel de macho protector, siente que vio como su mujer pasaba por una de las peores pesadillas y él, sea quien sea, no pudo hacer nada a pesar de todo su poder, sus contactos y su riqueza.

El tiempo cura las heridas. Esa una sentencia que siempre me dijeron mis padres y que vale demasiado cada letra de las palabras que la componen. El cómo superen el problema es asunto de ellos, pero sin duda que después de que nosotros intervenimos, sus vidas son otras. Violaré las veces que sea necesario, lo haré y lo afirmo por que sólo así, como me lo ha indicado la experiencia, los hombres que se visten con trajes más caros que lo que muchos de nosotros tenemos para vivir en el mes, van a cambiar, van a examinar sus vidas y después de un largo proceso, entenderán aunque sea a regañadientes que lo que les pasó fue lo mejor, fue un favor hecho por nosotros, héroes anónimos que nos llevamos la peor arte en cuanto a la fama que nos hacemos.

Ya me está ganando la batalla el sueño. Seguramente cuando cierre los ojos, experimentaré el tibio recuerdo de como froté mi piel contra la de la mujer que estuvo de turno. Recordaré sin duda los gemidos que apenas pudo sacar al aire, y los ojos casi desorbitados al momento de la penetración. No me arrepiento. No siento remordimientos ni terror de ser castigado por algún dios. Sé que de alguna forma, todo lo que he hecho servirá, y con ver que sus vidas cambian, y que en la mayoría de los casos es para bien, me siento pagado e impulsado a seguir actuando…

Piensen sólo un segundo en todo lo que he dicho. Piensen en los argumentos que he dado, y verán que por terrible que parezca lo que hacemos con los muchachos, no es nada comparado con los daños futuros que evitamos a niños o familias enteras que iban a sufrir de la omnipotencia social y el poder de unos pocos…

2 comments:

Rodrigo said...

wena bro ta wena la historia...
aunke ahi tas demostrando toda tu capacidad de psicopata ajjaja
ya jeff te dejo
sigue escribiendo y nos vemos en marzo
chaellaaaaaaaaaa

Gianfranco said...

oie esa no es la historia de la naranaja mecanica?